Opinión

La mano de Aitor Esteban

Cuando dos personas se saludan estrechándose las manos, expresan simbólicamente, como se sabe, que van desarmadas, pero se necesita que vayan desarmadas las dos para que esa voluntad de concordia que expresa el saludo sea verdadera y no una celada que una tiende a la otra, ni un gesto mecánico y banal que camufla el arsenal de las partes. Por ello, la negativa de Aitor Esteban a estrechar la mano del ultraderechista Espinosa de los Monteros al término de un debate electoral televisado, no sólo no constituye una acción ineducada, sino que es una insólita y admirable muestra del respeto que los políticos deben a la sociedad que representan.
La mano de Aitor Esteban, cual acreditan los años en que el político vasco ha venido ejerciendo con nota alta su trabajo en el Congreso de los Diputados, va desarmada; no así la de Vox, tanto en sentido literal (su propósito de legalizar las armas) como figurado. La mano del portavoz del PNV, pese a pertenecer a un político nacionalista, y de un nacionalismo tan profundamente arraigado como el vasco, ha sido siempre templada, colaborativa, inclusiva, racional y dialogante. Tales son las armas que blande, ningunas distintas a las del acuerdo en pos de los legítimos intereses de los ciudadanos que representa. La mano de Vox, en el caso que nos ocupa encarnada por Espinosa de los Monteros, uno de esos tipos que se creen en la necesidad de hacer chistes de todo y todo el rato, sí va armada con cuantos fierros (ideológicos sería mucho decir) sirven para el acometimiento y el desgarro.
La mano de Vox no es una mano que pueda estrecharse abandonando mansamente la mano propia, y por eso Aitor Esteban hizo muy bien en no dársela. Se trata de una mano que aspira a apropiarse de las manos que estrecha, o a liquidarlas, como comunicó al poco otro conspicuo miembro del clan, Ortega Smith, al propio Esteban: "Como podamos, os ilegalizamos". Irene Montero sabrá por qué le dio dos besos, el equivalente de la mano para algunas personas, a Espinosa de los Monteros, pero Aitor Esteban no sólo hizo muy bien en no dársela, sino en mostrar la actitud que a los demócratas conviene adoptar con el fascio emergente, salvo que quieran acabar sin mano.
Si Vox presume de desinhibido, que conozca la desinhibición del demócrata. Las manos, las mentes, han de ir siempre, en política, desarmadas. Las carga el diablo.

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