Opinión

Casado y los guardias

Según se percibe en la toma aérea, casi cenital, del momento de la estampida de la Guardia Nacional Bolivariana, diríase que a sus miembros, hasta ese instante encuadrados en perfecta formación ante su Comandante en Jefe, señor Maduro, alguien les ofreció, de pronto, un título universitario como los que repartía la Universidad Rey Juan Carlos entre los amiguetes. Uno de éstos, según la jueza que lleva éste feo asunto de prevaricación administrativa y de poca vergüenza, pudiera ser Pablo Casado, y a tal efecto ha remitido al Tribunal Supremo su caso para proceder a una imputación que, por tratarse de un aforado, precisa de ese requisito.
A los que hemos hecho la mili nos choca esa manera tan escasamente marcial de romper filas que se gasta la Guardia Nacional venezolana. Por las imágenes que nos han llegado, tan escasas como reveladoras, nadie parece ordenar ese rompimiento que, por lo caótico y tumultuario, más parece una reacción civil, natural, de sálvese quien pueda ante las detonaciones producidas por drones explosivos interceptados o por bombona de butano en una vivienda cercana, que una acción castrense, artificial, de repliegue táctico. De igual manera, a quienes se han dejado los codos y las pestañas, y horas de sueño y de asueto, para sacarse un máster, no deja de chocarles también, y de ofuscarles enormemente, la alegría con que en esa Universidad pública se han venido regalando títulos a algunos escogidos ciudadanos, quienes, por lo demás, no sintieron el menor pudor en aceptarlos.
Sin ser tantos como los aguerridos guardias nacionales que corrían como si se les llevara el diablo o como si no hubiera un mañana, los que se beneficiaron de la sectaria longanimidad de autoridades académicas venales también han sido, al parecer, bastantes. Tres alumnas, llamémoslas así, que resultaron premiadas en la tómbola de los másteres de igual forma que el nuevo líder del Partido Popular, ya están imputadas por los dos delitos que lleva aparejados semejante proceder, de modo que incluso rebasaría los límites de la incongruencia que éste no fuera, cuando el Supremo de luz verde, llamado también a capítulo.
Los Guardias corrían todos en una dirección donde parecían repartirse títulos de capitán, y aquí, otra gente, corrió hacia donde no es que pareciera que los repartían, sino que los repartían de verdad, y regalados.

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