Opinión

Una campaña desacertada

No acertó Pedro Sánchez con su campaña electoral, a pesar de que se incorporaron a su gabinete personas que conocen bien los asuntos de estrategia política y que toda la maquinaria del partido se puso a disposición del secretario general.

Cayó el presidente en la trampa que le había montado el PP, considerar estas elecciones como un plebiscito sobre la figura de Pedro Sánchez. Era plebiscito efectivamente desde que decidió lanzarse a la palestra como si se jugara la vida el 28-M, sin apenas dar sitio a candidatos muy válidos. Pensó Sánchez que era un plus ser miembro del gobierno, de ahí que designara a las ministras Maroto y Darias para que se incorporaran a listas de Madrid y Canarias, pero además, en ese empeño de considerar el no va más a su gobierno, Sánchez utilizó los consejos de los martes para anunciar propuestas que, por haberse aprobado de antemano, o por ser de imposible cumplimiento, se convirtieron en carne de memes.

No se pronunció sobre el principal escándalo de la campaña, las listas de Bildu, hasta que la indignación generalizada llevaba tres días protagonizando el debate público; solo entonces dijo que no todo lo legal es decente. Y tampoco echó un cable a Bolaños cuando se empeñó en los desatinos, transmitiendo Sánchez la imagen del dirigente que marca distancias con su brazo derecho cuando ese brazo derecho cae en picado.

No se ocupó Sánchez de exigir a su equipo que preparase bien la reunión con Biden, que negociaran el tiempo de entrevista y que garantizara la habitual rueda de prensa con la que el presidente americano remata sus encuentros con gobernantes extranjeros, lo que devaluó a ojos de los españoles el perfil internacional de Pedro Sánchez. Y, como remate, al menos a la hora de escribir esta crónica no se ha pronunciado sobre un escándalo que puede provocar la anulación de varias candidaturas por la compra fraudulenta de votos.

Siempre se ha sospechado que en las elecciones locales, sobre todo en municipios pequeños, se daban esos casos, pero en esta ocasión existen pruebas de la compra de votos por correo, y es el PSOE el partido más afectado. Una vergüenza para un partido de alcance nacional, un partido de Gobierno que además ocupa actualmente el Gobierno, y que intenta defenderse del oprobio culpando a su principal rival, el PP, de hurgar en un asunto espinoso con el objetivo de dañar la imagen del PSOE. Nadie del equipo de estrategas de Sánchez ha sabido encontrar una fórmula de defensa más inteligente.

El PSOE se ha marcado como objetivo mantener el poder actual. Pobre objetivo. Cualquier partido con ambiciones lucha por ampliar el número de votos. Lo que ha transmitido Pedro Sánchez en esta campaña es que no da para más. Ni siquiera ha puesto en valor que hay candidatos socialistas que optan a alcaldías y gobiernos regionales que sí podrían tener éxito sin la rémora del secretario general.

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