Opinión

Yo confieso

Supongo que la confesión de Pablo Alborán ha venido forzada por una necesidad telúrica del artista en otorgar ciertas explicaciones a sus seguidores por un errático comportamiento personal que los tenía –a ellos y a ellas- muy desorientados. Como Alborán es un personaje muy expuesto a los avatares de la fama, y ha tenido momentos sumamente delicados en los que ha decidido interrumpir por un largo periodo sus apariciones públicas, ha viajado a la India en pos de la paz interior, ha desarrollado otros ejercicios de búsqueda de identidad de un cariz parecido, se le han adjudicado relaciones con ambos sexos, y ha cerrado por un tiempo la escotilla para huir de las lenguas de doble filo, ha debido sentir la necesidad de expresarse definitivamente y evitar equívocos molestos. Tras abrir su corazón y explicar públicamente que es homosexual, se ha debido quedar más conforme, aunque personalmente no comprenda yo la necesidad de explicar el carácter de unas inclinaciones sexuales personales, propias y privadas por muy famoso que sea el individuo que necesite explicarse. Estamos en un tiempo en el que ya no es afortunadamente necesario hacer previa confesión de hábitos personales para que el público te acepte, y ya no es necesario advertir primero y cantar después, adelantándose a la posibilidad de que se descubra el pastel y sea peor. Antes podría ser así, pero ahora ya no, y menos mal. Por eso, aún es la hora que me pregunto a qué ha venido este arrebato y qué motivo último hay para hacerlo. Reconozco que me cuesta entenderlo.

Sospecho que mí estas cosas me pillan ya con una edad en la que uno ya ni cuenta,  pero también es cierto que la experiencia y el conocimiento adquirido con el paso de los años otorga una cierta jerarquía en el proceso de reflexión. Por eso yo me hago la siguiente. Si bien es cierto que la homosexualidad ha sido un comportamiento no bien recibido durante muchos siglos y el proceso de normalización ha costado un notable esfuerzo, sospecho también que seguir manteniendo los planteamientos de la singularidad por parte del propio colectivo homosexual no contribuye en nada al logro de un objetivo tan sencillo como convertir lo que en su tiempo adquirió la consideración de una malsana excepción en algo normal y cotidiano. En definitiva, que con confesión a sin ella, a mi Pablo Alborán me parece el mismo. O sea, sigo sin comprar sus discos.

Te puede interesar