Opinión

Una de deshielo

Por primera vez desde que ambos asumieron las respectivas cabezas de los dos grandes partidos -situación en la que Pedro Sánchez hubo de hacer un obligado paréntesis en función de su caída desde una  ventana de la calle de Ferraz- los  líderes de las dos formaciones más votadas del arco parlamentario nacional se dieron cita para conversar sobre asuntos en su mayoría cruciales aunque los hubiera también más de andar por casa  y más en la línea Gobierno-Oposición que discrepan en asuntos de andar por casa. , El contenido de las casi dos horas en las que Pedro Sánchez y Mariano Rajoy sostuvieron ese vis a vis que tiene pinta de convertirse en un hecho casi histórico a juzgar por lo poco e incómodo que se ha producido, seguramente se lo guardarán para ambos. El ministro portavoz explicó que se habían dado muchas coincidencias en el encuentro y el secretario general de los socialistas acudió al estudio de una televisión con ganas de explicarle algunas de sus impresiones y su propia interpretación de la jugada a Pedro Piqueras durante el informativo de la noche ignoro si a instancias de ambos interlocutores o por estricto deseo del líder del PSOE. Personalmente, y aunque sospecho que hay más de fuego de artificio que de verdaderas conclusiones, provechosas y válidas en esta cita, celebro un encuentro en el que, quizá a despecho de una mayor utilidad,  parece haberse quebrado el muro de hielo que los ha estado separando desde que en un debate televisivo anterior Sánchez insultara gravemente a Rajoy y el presidente decidió romper definitivamente con un jefe de la oposición que ni  le tenía aprecio  alguno  ni, a juzgar por su comportamiento, respetaba.
La conversación giró muy especialmente en torno al órdago del independentismo catalán gravísimo problema de Estado en el que el PSOE debe expresar con carácter inequívoco dónde está. Y eso pareció explicar Pedro Sánchez en ese diálogo con Piqueras afirmándose en la decisión inquebrantable de su partido de respetar el orden institucional y respaldar al presidente en la necesidad de aplicar la ley por la que el referéndum es ilegal y no puede celebrarse. Sánchez mantiene sin embargo ese carácter ambiguo y resbaloso que le caracteriza y que le impide asumir categóricamente la cuota de responsabilidad y decisión que debe caracterizar a una oposición leal e institucional. Una decisión categórica que no genere duda. Por desgracia sigue generándolas.  ¿Hay motivo para alegrarse? Lo hay. ¿Durará y será suficiente?  Pues eso depende de Sánchez.  
 

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