Opinión

Un equipo exótico

La peor parada de esta renovación ministerial ha sido Dolores Delgado, la ex titular de Justicia a la que Sánchez no ha renovado en su puesto y a la que a la hora de escribir estas líneas modestas aún no ha encontrado sustituto. Le ha buscado repuesto a José Guirao, ese señor modoso y retraído que colocó en el ministerio de Cultura cuando Maxim Huerta le salió rana, y que yo tenía por uno de los activos más serenos y ponderados del gabinete anterior. Pero se ve que los tipos discretos y sensatos no tienen lo que se dice un buen acomodo  en las huestes que Sánchez necesita para ir a la batalla. A última hora de la tarde de ayer se sacaba de la chistera dos nombres para ocupar otros tantos sillones. El de la canaria Carolina Darías para pilotar el diálogo con las comunidades autónomas, y el de José Manuel Rodríguez Uribes para  manejar Cultura y Deporte. El caballero discreto que prefería no figurar en nada, ha dado paso a un valenciano muy de partido y por tanto muy enchufado a la causa, que se supone entiende de la materia y que no parece dispuesto a pasar emboscado por el cargo. Dicen que es un empedernido lector, madridista convencido como Peces Barba y Rubalcaba sus maestros, y que adora el baloncesto. El perfil es interesante.

Dolores Delgado fue señalada desde el mismo día en que tomó posesión y rindió su último servicio al Estado actuando como notaria del Reino en la exhumación de los restos de Franco y su traslado. Entre aquella entrada de tronío en el panorama político desde su condición de temible fiscal y su presencia en la ceremonia de Cuelgamuros se han ido amontonando las situaciones incómodas, los episodios insalvables y la imprudente revelación de secretos de Estado. Los almuerzos compartidos con Villarejo de la mano de Garzón y los imperdonables comentarios que salpicaron esas comilonas sentenciaron a una ministra que no ha tenido ni suerte ni acierto en el tiempo que ha permanecido en el Gobierno. La situación que heredó en su ministerio era muy mala pero ella, lejos de recuperar el departamento, le ha añadido desastre hasta el punto de que se ha convertido en el entuerto más difícil de desentrañar. 

Lo demás está adjudicado. Estamos ante un ejecutivo ligeramente confuso cuyas carteras adoptan nombres sumamente exóticos probablemente para enmascarar ciertas carencias y de paso contentar a todo el mundo. Una nueva clase dirigente, nutrida y variopinta, se incorpora. 

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