Opinión

Un ejemplo histórico

Cuentan que el cónclave que eligió en 1268 al Papa Gregorio X como nueva cabeza de la Iglesia católica no se hubiera solucionado si los habitantes de ciudad de Viterbo donde se habían establecido los cardenales no hubieran tomado cartas en el asunto para acelerar la cuestión. Al parecer, el enconado enfrentamiento entre los partidarios de un Papa romano y un Papa foráneo había llegado a un punto en que no era posible desbloquearlo. Tal es así que la situación se estaba prolongando por dos años y medio hasta que las sucesivas votaciones fallidas hartaron a los probos y diligentes ciudadanos. Tomaron por el cuello a quince de ellos y los encerraron bajo llave en el palacio arzobispal tapiando sus salidas, levantando a hachazo limpio parte del techo del recinto para que, según la versión oficial y más piadosa, dejara entrar al Espíritu Santo para que los iluminara a todos, aunque en verdad lo hicieron los lugareños para que todas las inclemencias meteorológicas que se produjeran les atinaran de lleno sobre la cabeza hasta el punto de que los enclaustrados hubieron de recoger astillas para hacerse refugios en los que protegerse del aguacero. Solo permitieron entrar en el edifico raciones de pan y calderos de agua, y los reunidos fueron advertidos de que no saldrían de allí hasta que no hubiera Papa. Fue al parecer mano de santo porque, tras depositar la responsabilidad última en seis de ellos, despejaron la terrible papeleta en un par de días ante la posibilidad de morir de frío o de hambre. Eligieron a un sujeto que estaba luchando en la cruzadas llamado Teobaldo al que ordenaron sobre la marcha porque no era ni sacerdote. Fue el papa Gregorio X y no lo hizo tan mal según las crónicas.
Lo cuento para que sepan los protagonistas de una cita en urnas entiendan como se las gastaba antiguamente el pueblo soberano. Hoy que estamos más evolucionados bastaría con ser buenos gobernantes, cumplir las promesas electorales y no pensar en ellos sino en los administrados. Pero si no es así y hacen lo de siempre, la actuación de los honrados habitantes de Viterbo no hay que echarla en saco roto, se encierra a todos en el Congreso y se les conmina a cumplir con su deber. Y nada de encargar la comida en Lhardy. Pan y agua y el techo levantado hasta que aliesten.
 

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