Opinión

Trínchame el pavo

Confieso que hay aspectos de la Navidad que me escalofrían. Lo he meditado largamente cuando un amigo me ha enviado el vídeo del número interpretado por Leticia Sabater para disputar el mercado navideño y guerrear en las discotecas, una larga letanía que lleva el bonito título de “Trínchame el pavo” que la veterana cantante interpreta durante casi cuatro minutos luciendo varios modelos de bikini, mayormente amarillo como aquel que se imponía en un famosa polca de principios de los sesenta. Leticia Sabater lleva a cuestas treinta años largos de darle al matraco, se ha reinventado una docena de veces, y ha ido dando tumbos de una a otra cadena de televisión haciendo programas para niños, luego para adultos con reparos, de nuevo para niños y así.. Lo cierto es que, pasados los cincuenta, no es fácil hacerle hueco a una presentadora que basaba gran parte de su actividad artística en el comprometido argumento de lucir palmito, y con medio siglo a cuestas, la competencia con una legión de estrellas mucho más jóvenes es, a todos los efectos, una batalla prácticamente perdida si bien la primera premisa es subsistir. Y subsistir es un aspecto primordial de la vida. De ahí el pavo.
El caso de Leticia Sabater tratando de abrirse paso en un universo caníbal que no perdona el paso del tiempo por muy agradecido que este todavía el cuerpo para enseñarlo, es uno de los muchos fenómenos sumamente inquietantes que nos deparan unas fiestas navideñas en su vertiente más popular y populista. Lucerío y más lucerío, comercio y más comercio –incluso más tentador en estos nuevos tiempos en los que uno puede liarse a pedir todo lo que le apetezca con solo darle a una tecla en la pantalla de su teléfono- excesos y disparates, alegría de verdad o ficticia, gasto dislocado que a uno se le aparece más tarde en traje de sudario cuando llega el mes de enero, la Navidad es de suyo una etapa enloquecida y vocacionalmente empeñada en convencernos de que no es para tanto ni nada especial nos va a ocurrir , si nos liamos la manta a la cabeza y sacamos todas las cosas de quicio. 
Hacia ello nos encaminamos irremediablement acompañados por esa incansable jaculatoria que pronuncia moviendo las caderas a diestro y siniestro Leticia Sabater aún a riesgo de que se le desbaraten todos los postizos. “Trínchame el pavo”, es un bodrio. Pero es verdad que a uno hasta le pone tierno.

Te puede interesar