Opinión

Tres eran tres

A medida que se acerca la cita con las urnas, los partidos políticos se aplican a echar más carbón en la caldera sin comprobar si sus paredes resisten y sus junturas no estallan. Hemos asistido a un disparate radiado en vivo y en directo que ha protagonizado Adolfo Suárez Illana a las preguntas de Carlos Alsina, al que sospecho tuvieron que reanimarlo con oxigeno cuando escuchó la ocurrencia del segundo de a bordo del PP afirmando un disparate tal que suscitó una respuesta incluso del gobierno estadounidense negando la mayor. Una burrada para quedarse tieso que comparaba el Código de Justicia de los Estados Unidos con el del rey Herodes, ese señor que se puso a degollar a todos los recién nacidos que le salieron al paso. 
Por esas mismas fechas, Miquel Iceta, líder del PSOE catalán, retomó su vocación de consumado bailarín -en este caso en el alambre- y respondió al diario vasco “Berria” que si el número de catalanes que desean la independencia llegara al 65 %, la democracia tendría que planteárselo y encontrar un mecanismo para encauzarlo. Iceta concluyó que antes debería  pronunciarse el Parlamento y luego plantearse la consulta. Y se quedó tan ancho. Era un día después de que el ministro Borrell dejara plantado a un conocido periodista británico ante las cámaras de la televisión alemana, el cuál le planteaba esa misma cuestión y en los mismos términos. Borrell le dijo que estaba soltando mentiras y que por ahí no tragaba.
Pero con todo y con ello, el rizo del despropósito, sin reflexión, sin sentido común y sin el más mínimo fundamento, corrió a cargo del hombre recién llegado. De Pablo Iglesias vuelto de la paternidad. El programa de Unidas Podemos (o Podemas, solo Dios lo sabe) contiene la convocatoria de un referéndum para Cataluña, según proclama su líder que se lo sabe aunque aún no se ha publicado, si gana. Pepa Bueno, en la SER, le preguntó por dónde avanzaba aquella pedrada, e Iglesias se hizo un lío como el de Mariano y los alcaldes… Un referéndum pero no necesariamente sujeto a dos alternativas, una solución pactada, una Cataluña dentro de España pero diferentemente tratada… “la solución más democrática debería ser un referéndum, -ha dicho el hombre recién llegado-  pero a lo mejor con más alternativas”. O sea, ni puta idea de cómo afrontarlo.

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