Opinión

Tarde llegamos

Los españoles siempre hemos sido de reacción tardía. Las reflexiones sobre el ataque institucional a la pandemia han establecido una fuerte polémica sobre aquello que se debió hacer y no se hizo, sobre las decisiones adoptadas y el tiempo en que se adoptaron, sobre la capacidad de respuesta, la aplicación de medios y otros muchos argumentos que una amplia franja de población sospecha se tomaron cuando ya no había capacidad de remedio. Es verdad que teníamos en pleno crecimiento el dramático ejemplo de Italia y permitimos un partido de fútbol que muchos expertos determinan como punto de referencia. Hay una manifestación feminista y de marcado acento político que muchos entienden que no debió producirse jamás, hay un acto multitudinario de Vox que tampoco debería haberse permitido. Hay, claro, muchas cosas y muchos escenarios que pudieron haberse ahorrado a la vista de los ejemplos que comenzaban a brotar en el mundo. Un mundo que, sorprendentemente, no tiene vacunas para este bicho. En todo caso, nuestra peripecia histórica indica de manera contumaz que las cosas nos ocurren con retraso.
Ha llegado a mis manos en estos tiempos de enclaustramiento y lectura, una curiosa biografía de cierta dama que se convirtió en paradigma del Romanticismo. Una mujer de corazón apasionado y notable talento, de belleza oscura y carácter sumamente avanzado para su tiempo llamada Gertrudis Gómez de Avellaneda que compartió con Cecilia Bohl de Faber la gloría de las letras de mano femenina en este singular movimiento. Pero si bien la segunda de ellas hubo de apelar para no soliviantar el asfixiante universo social de aquel encorsetado tiempo a un seudónimo y prefirió firmar como Fernán Caballero, la segunda tomó la pluma a pecho abierto y jamás se escondió ni disimuló en absoluto los muchos meandros sentimentales por los que discurrió su vida, su capacidad de amar, su pensamiento y su genio.
Un genio romántico apasionado y tardío que es lo que nos pasa casi siempre. Era 1845, y mientras en los países europeos de nuestro entorno el movimiento entraba ya en el declive sustituido por un creciente y feroz realismo, en España ofrecía lo mejor se sí mismo. Allí estaban estas dos grandes mujeres, los Bécquer, Espronceda, Larra, Madrazo, Esquivel, Zorrilla, Hartzenbusch, Bretón de los Herreros, Gayarre, Ventura de la Vega, Julián Romea, y tantos otros… Nos dio fuerte pero a destiempo.

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