Opinión

Sin enmienda

El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra y el comportamiento del general Santiago en una de sus últimas comparecencias ha abundado en esta máxima histórica que debería instaurarse como divisa en algunas de las piezas más significativas de nuestra heráldica. La realidad es que  este episodio protagonizado por general Santiago –un alto mando de la Benemérita cuya hoja de servicios es absolutamente intachable por otra parte- parece un vagón enganchado en el que hoy se nos antoja lejano sainete del ministro Ábalos y la vicepresidenta venezolana y que, sin embargo no lo es tanto, porque se produjo en el mes de enero. Aquel vergonzoso incidente escenificado en Barajas de madrugada puso en evidencia los desastres de un Gobierno que no solo no sabía lo que hacía sino y lo que es mucho peor, que se empeñó en ocultar su error contra viento y marea y no dudó en enmendar hasta cinco veces su versión de los hechos y mentir continuadamente para tratar de minimizar el impacto de una decisión que vulneraba incluso la legalidad vigente.

La presencia del general jefe de Estado Mayor de la Guardia Civil José Manuel Santiago -un  experimentado oficial de larga trayectoria e imparable carrera que se inició en la jefatura de la comandancia de Puebla de Sanabria situada en el entorno de su lugar de nacimiento- en la cotidiana rueda de prensa celebrada por la cúpula gubernamental, se produjo sustituyendo a quien había iniciado esa presencia y que hubo de abandonar su puesto tras contraer el mal. Unas palabras suyas durante una de las sesiones desataron las alarmas, y fue entonces cuando se produjo en el Gobierno una reacción similar a la que propició el monumental lío de Ábalos y su interlocutora venezolana. Fiel a un disparatado concepto de la trasparencia que ha instaurado en la Moncloa su fontanero jefe, no solo se atribuyó a las palabras del general la categoría de lapsus, sino que se orillaron todas las preguntas sobre el particular en la siguiente comparecencia. Naturalmente se ha comprobado que no hubo lapsus y que el correo electrónico que contenía las órdenes precisas para investigar de oficio las desafecciones al Gobierno era real, se había transmitido y había sido recibido y por tanto, obedecido. 

Y uno no sabe qué es peor en esta nueva disfunción del Gobierno. Si instar a la Guardia Civil a cumplir semejante encomienda o negar haberla establecido.

Te puede interesar