Opinión

El sainete parlamentario

Si bien es verdad que Pedro Sánchez no ha sumado a la primera el número de respaldos necesarios para ser presidente, dice un amigo mío -que de esto entiende- que estamos asistiendo a un sainete a la usanza de los clásicos que acabará el jueves con la elección del aspirante en segunda vuelta para dar paso, eso sí, a un segundo acto más esperpéntico aun que el primero. Fue Don Ramón de la Cruz Cano y Olmedilla -se llamó don Ramón desde la misma pila bautismal porque así lo inscribieron sus padres- quien se hizo justamente famoso como sainetero incomparable y zarzuelero muy querido por el leal pueblo, cuyas prendas como escritor de lo cotidiano le valieron el favor de la gente de a pie. Y era su estilo de escribir muy propio de este adefesio que se vive en el Hemiciclo y que parece talmente creado por la pluma de un autor tan de la gente y tan simpático.
También soy yo de la misma creencia, y sospecho que todo este montaje de tiras y aflojas y bronco diálogo parlamentario entre las dos formaciones no es más que un artificio expresamente creado para disimular un acuerdo impresentable que hay que disfrazar para que no cante más de lo que ya de por sí canta. No hay la más mínima sintonía entre los dos socios de gobierno, ni existe deseo alguno de empatía entre ambos. Sánchez desprecia a Iglesias e Iglesias no aguanta a Sánchez, pero ambos hacen de tripas corazón  en aras de sus propias ambiciones. Es muy probable que Montero sea vicepresidenta aunque vaya usted a saber de qué. Deberá ser de algo que no tire mucho ni del poder ni del presupuesto porque todos sabemos que habrá dos gobiernos separados que no se mezclarán más que en los consejos de Ministros, fijando previamente los lindes de cada una de las parcelas. Habrá por tanto pacto de no agresión, fronteras y acuerdos previos de no meter el cazo en pucheros ajenos. Una bicefalia no especialmente áspera en un principio que, sin embargo, al compás del paso del tiempo se deteriorará y acabará mal. 
Definir y determinar políticas homogéneas en estas circunstancias es una utopía. Queda por imaginar en este contexto -la abstención de los partidos nacionalistas es imprescindible para hacer presidente a Sánchez- cómo se tratará el problema catalán. Vale más no pensarlo.

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