Opinión

Por la boca muere el pez

Uno de los grandes vicios que abruman a la condición humana es aquella que los castizos llaman “irse del bisté” o lo que es lo mismo, largar por la boca de manera incontinente con el peligro que esa costumbre entraña para los siguientes días. La sabiduría popular ya dice que por la boca muere el pez, y no está desatinada ni mucho menos esa sabiduría. Al pez se le pesca por la boca y se le engaña para que muerda el anzuelo. En cuanto le tira el bocado, el pez está perdido. Se prende del cebo y lo más normal es que sea izado del agua por el sedal que pende de la caña y acabe en la cazuela.

Lamentablemente, una buena parte de los políticos que por su pertenencia al gobierno entrante han tomado posesión de sus cargos o están a punto de hacerlo, han abusado de la boca en tiempos pretéritos, y en estos emocionantes momentos en los que se ven con relucientes carteras ministeriales, coche oficial y ujieres que se envaran a su paso mientras policías y militares se aprestan a recibirlos en primera posición de saludo, no tienen otra opción que ponerse a la ingrata tarea de disculpar o desmentir los desmanes de palabra cometidos a lo largo de estos tiempos anteriores en los que se largaba a calzón quitado y se acometía este ejercicio sin el más mínimo cálculo de porvenir. Pablo Iglesias no para de hacerlo desde que le han hecho vicepresidente, y se ha trastocado en un ferviente admirador de la nueva responsable de la Fiscalía, Dolores Delgado, a la que hace unos meses estaba poniendo literalmente a escurrir, Ella misma se ha tenido que tragar algunas de sus situaciones más aguerridas, incluyendo aquella de “el maricón es Marlaska”, al que por cierto, le ha faltado tiempo para cortar el gañote de casi todos los que formaban la cúpula de su departamento incluyendo su número dos –se llama Ana Botella que ya se las trae la broma- a la que las malas lenguas atribuyeron el papel de comisaria de Ferraz para vigilar que el juez se aprendiera como es debido su recién estrenado catecismo político.

De disculpas está también Gabriel Rufián, que no sabe cómo hacer pasar sus duras palabras con aquellos que ahora estrenan cargo y se van a convertir en colaboradores imprescindibles para el desarrollo del famoso entendimiento político con el independentismo. Espero que este intenso mea culpa sea breve porque suena a cataplasma y a ridículo.

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