Opinión

La política de inconsistencias

A la política de inconsistencias aplicada por Sánchez, rematada esta semana por una elevación suicida del techo del gasto, abundantemente salpicada de errores de bulto como el burdo cuento del “Falcon” que recuerda cuando Alfonso Guerra tomaba el “Mystère” para salir de Portugal y acudir a la Maestranza, se opone a estas alturas del verano el PP hendido por el rayo y en la mitad partido que diría Gerardo Diego, con el que Pablo Casado pretende iniciar un nuevo ciclo que devuelva el partido a la Moncloa. Largo habrá de fiarlo el nuevo responsable popular porque el presidente ya le ha dicho al mundo que las elecciones serán “en tiempo y forma2 o sea en 2020 para borrar ecos de adelanto electoral. 
El problema para Casado que está en la oposición, es iniciar la construcción de un partido competitivo sobre las ruinas calcinadas de una formación que ha quedado hecha fosfatina. Una tarea ardua que parece presentar más obstáculos desde el interior que desde el exterior, teniendo en cuenta que Soraya ha encajado mal la derrota y ha desenterrado el hacha de guerra. Pero al otro lado de la trinchera, lo que no ha sido capaz de asimilar Sánchez es que la posibilidad de cumplir la legislatura no depende estrictamente de él, y que si su precariedad parlamentaria le aprieta más de lo debido, no tendrá otro remedio que tirar la toalla porque no se puede gobernar saltando sobre tizones, o a golpe de decretazo como pretende hacer con la recuperación de la sanidad universal. Sánchez sube y baja, niega y afirma, pacta y despacta con la desesperación propia del que se sabe en precario, echando mano de la mercadotecnia para mantener el tipo, convirtiendo en imprescindible desenterrar a Franco o protagonizando posados con gafas de sol y uniforme “runner”.
La espada de Damocles de los independentistas catalanes pende sobre su cabeza y le convierte en instrumento del separatismo. Con su pobre representación propia en el Congreso y su minoría en el Senado, no tiene otro opción que plegarse a lo que le digan desde allí. Ya ha incluido a los presos y el referéndum en agenda, y seguirá incluyendo lo que haga falta mientras Borrell por su lado se desgañita negando la mayor, y Betet se enfrenta literalmente a la cuadratura del círculo.

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