Opinión

Pineda y la Cumbre

Madrid y el Gobierno español han cumplido asumiendo la responsabilidad de organizar una Cumbre del Clima que no podía celebrarse en territorio chileno como hubiera correspondido porque en Chile andan dándose estopa por las calles. De hecho, han superado ampliamente el umbral del milagro, emprendiendo esta misión imposible en un tiempo record y cumpliendo de un modo tan sobresaliente que han arrancado exclamaciones de admiración sincera en todos los foros internacionales. Al menos, y mientras una pareja de árbitras francesas nos roba la medalla de oro del Mundial femenino de balonmano –contundentes palabras de Eli Pineda que de este deporte lo sabe todo y que, como buena vasca, le llama a las cosas por su nombre- otras fuentes continentales nos regalan los oídos con alabanzas por nuestra capacidad organizativa que ya va siendo hora.
El problema vuelve a ser, como está ocurriendo en un buen puñado de órdenes de cosas, la diferencia entre el fondo y la forma. La forma ha sido buena, y la ordenación de esta cumbre climática ha resultado un triunfo compartido y ganado a pulso. El fondo sin embargo es más dudoso en ese afán permanente que nos asfixia y nos atenaza de politizarlo todo y hacer de todo una constante batalla entre progresistas y conservadores, una pugna inútil y completamente idiota cuya idiotez comienza justamente en la elección de las denominaciones de los contendientes. Esta cumbre no deja de ser una cumbre como todas las cumbres porque, como todas las cumbres, está desde su propio inicio condenada al fracaso. De poco sirve la aparición de esa mujer ceñuda y sin sonrisa encerrada en un cuerpo de niña que nos visita para echarnos broncas, de nada sirve el esfuerzo titánico de RTVE para hacer de un estéril y funcionarial coñazo algo presentable para llenar horas de programación en horarios de máxima audiencia, de poco sirve el dineral gastado en publicidad… De poco sirve nada de nada, porque la cumbre de Madrid ha concluido en el fracaso más absoluto, imposibilitada de llegar a un acuerdo en un mundo como el nuestro en el que mandan poderes sin fronteras que dictan sus normas.
Eli Pineda es una campeona sincera, hermosa y admirable. A lo mejor, si en vez de Greta Thundberg, hubiera tomado ella la palabra, hubiera existido un consenso final. Eli para presidenta.

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