Opinión

Olvida el pasado

Estamos sin duda en un mundo tan distinto al que vivíamos media década antes que todo lo que ocurre y nos rodea y afecta necesita primero ser convenientemente asimilado para que no produzca una indigestión con ribetes dramáticos. La última mujer en ceñir la corona de Miss Universo es, en efecto, una mujer muy guapa sin duda, pero no tienen nada que ver con el prototipo femenino que ha imperado en los podios de los concursos de belleza celebrados hasta ahora. Zozibini Zunzi es una joven de veintiséis años, de nacionalidad sudafricana, de piel negra muy negra, estrecha de hombros, escasa de busto y caderas rotundas con unas medidas muy diferentes a los estándares establecidos -las antiguamente famosas medidas 90-60-90 que definían el cuerpo de las pin-ups con derecho a portada en Play Boy, todas rubias, pechugonas y de piel blanca- con las que conquistaron el título las aspirantes en una treintena larga de ediciones anteriores. Para colmo de diferencias y distancias, Zozibini no llega al metro setenta de estatura y lleva la cabeza prácticamente pelada al cero. No es precisamente un ideal de belleza como los que estábamos acostumbrados aunque, como resulta evidente, todos es empezar.

La elección de esta joven africana para encarnar el canon de la belleza femenina en este primer tercio del siglo XXI rompe todos los moldes y sospecho que no puede decirse que sea una elección casual. Los responsables de dirimir la adjudicación de la corona –cuya ceremonia se produjo en 2019 en Atlanta, estado de Georgia, cuna de los movimientos por la igualdad racial en pleno mandato del derrotado presidente Tramp- optaron por proponer un cambio radical en el concepto estético reinante, y la necesidad de abrir el campo de visión a otros panoramas. Está ocurriendo con multitud de facetas políticas, económicas y sociales, y este ejemplo quizá tomado en algunos sectores como trivial y de relativa importancia, tiene más de la que parece y nos indica que los parámetros hasta ahora vigentes han dejado de serlo y el pasado está dando las últimas boqueadas. Es el pasado al que muchos ya pertenecemos y, por tanto, nos percatamos de que no entendemos casi nada. Es natural. El mundo ya es de los demás.

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