Opinión

El mundo y el submundo

Recuerdo que hace años, cuando trabajaba en Madrid para el ministerio de Asuntos Exteriores, me narraron algunas de las muchas historias que se contaban en voz baja sobre el comportamiento licencioso de ciertos funcionarios del servicio exterior, muy habitual al parecer en el estricto y acotado universo diplomático pródigo en opacidad y comportamientos subterráneos. La gente que trabajaba en el ministerio, se sabía historias sumamente jugosas sobre hábitos oscuros e historias secretas como la de aquel diplomático israelí al que la policía rescató atado y desnudo en los bajos de un inmueble de Madrid con una correa de castigo de bola roja incrustada en la boca, y un consolador de gran tamaño por retaguardia. O aquel otro que un día apareció flotando tras una recepción, en la piscina de su residencia en el país de cuya misión formaba parte. Me contaron la muerte de un joven diplomático acuchillado por su amante en  el baño de su casa en la sierra de Madrid, sobre cuyo historial se echaron apresuradamente varias paladas de tierra para evitar el escándalo, y tantos y tantos episodios vidriosos y sumidos en la niebla, algunos de los cuales yo caté distraídamente en alguna estricta coyuntura.

La otra historia que se filtra entre los pliegues de la política internacional se ha hecho esta semana carne y sangre de periodismo cuando la policía desarticuló una orgía organizada por un anfitrión de Bruselas en la que, entre sus veinticinco participantes, había varios diplomáticos y un eurodiputado húngaro al que los agentes personados en el lugar de los hechos interceptaron tratando de escapar desnudo deslizándose por una cañería. Un diputado de nacionalidad húngara y de 51 años llamado József Szájer, que para mayor abundamiento, pertenece al partido ultra conservador Fidesz al que pertenecen también el presidente, Janos Adèr, y el primer ministro, Viktor Orban, a los que estas licencias de su representante europeo han debido caer como un tiro. 

El aludido, que salió del bar del centro capitalino donde se produjo la cita escoltado por la policía,  presentó inmediatamente su dimisión aunque el daño está más que cumplido. En su mochila había píldoras y, por otra parte, su partido abominó de la homosexualidad por escrito. Todos los asistentes eran hombres,  salvo dos enfermeras de guardia. Solo a título estrictamente profesional.

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