Opinión

Monarquía y República

Según el último censo, en Europa existen treinta y ocho estados que se rigen por un sistema político denominado república, una forma de organización del Estado cuya máxima autoridad es elegida bien por los ciudadanos o bien por el Parlamento según reza el diccionario de la RAE. Por el contrario, hay doce naciones gobernadas por monarquías, todas ellas parlamentarias. Se trata de una fórmula nacida a partir de la Revolución Francesa, -opuesta al soberano absoluto  vigente en el Antiguo Régimen- por la que el rey es un jefe del Estado subordinado al poder legislativo, es decir el Parlamento, y el poder ejecutivo, es decir el Gobierno. El monarca apenas cuenta con atribuciones, y tiene especialmente prohibido por ley inmiscuirse en las decisiones de las Cámaras y en las acciones de Gobierno. Como definió en su momento, Adolph Thiers, el primer jefe de Gobierno francés que convivió con una monarquía parlamentaria a la caída del II Imperio, “el rey reina pero no gobierna”.  Previamente había sido elegido presidente en los convulsos momentos del cerco a la capital impuesto por  Bismark tras la derrota de Napoleón III en Sedan, y continuó su actuación mandando los soldados que hicieron saltar por los aires la Comuna de París. Entre él y Mc Mahon impusieron la paz a cañonazo limpio y la represión fue terrible.

Paradójicamente, hay más gobiernos de centro izquierda o izquierda a secas entre los regímenes monárquicos europeos que entre los republicanos. Un ejemplo es el nuestro, pero también gobiernan formaciones progresistas en Bélgica, en Dinamarca, en Liechtenstein, en Noruega o en Suecia, por ejemplo, mientras que abundan entre los países republicanos  las coaliciones de centro o de centro derecha, casos como Francia o Alemania. También hay reinos gobernados por partidos conservadores como Holanda y el Reino Unido, y repúblicas gobernadas por la izquierda, como Portugal o Grecia. En definitiva, ocurre lo que apenas merece explicaciones salvo para los más cerriles. La monarquía parlamentaria y la república en estos años iniciales del siglo XX se parecen tanto que el debate debería estar zanjado y carecer de trascendencia. Ni la fórmula monárquica tiene nada que ver con el modo de reinar de Fernando VII, ni la republicana tiene nada que ver con nuestra II República. Y menos mal…

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