Opinión

Los peores recuerdos

No hay como abanicar los rescoldos para producir fuego, y esto es lo que parece que se han propuesto personajes de la política española extrayendo de las entrañas del recuerdo aquellos argumentos que les vienen al caso para decantar unas elecciones a las que nunca debimos haber llegado tras dos fracasos mal camuflados por su protagonista, quien ha decidido hacer de Franco y su sepulcro un argumento electoral casi medio siglo después de su fallecimiento. La disparatada estrategia de desenterrar a estas alturas una guerra civil que tuvo vencedores y vencidos y que dejó una huella oscura en varias generaciones de españoles, ha acabado por invitar a todos. Y lo que es peor, ha ofrecido herramientas para el debate fruto de cualquier cosa menos del rigor, el respeto a aquellos que vivieron y murieron en el vergonzoso conflicto, y que padecieron en los dos bandos el miedo, la miseria, el dolor, la pérdida, la injusticia, la cerrazón, la venganza y la sangre. La guerra es la más bárbara de las costumbres humanas y nunca deja buenos recuerdos. Por eso, lo que dejó la nuestra es lo mismo que lo que dejaron las olvidadas e igualmente terribles guerras civiles anteriores. Cumple recordar que antes de la del 36, España padeció un golpe de Estado cruento con enfrentamiento armado en Alcolea, tres guerras carlistas, una guerra cantonal y las correspondientes coloniales en Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Marruecos.
Ochenta años largos después del 36, la nueva generación de servidores públicos, en lugar de centrarse en la acertar con su gestión del futuro, se ha empecinado en esgrimir la negra historia de la década de los años 30 del siglo pasado para recolectar votos. Lo hace, en general, con soberbia y desconocimiento. Y respeto nulo a los que sufrieron. Ortega Smith se ha confundido de rosas y ha culpado a trece inocentes de acciones de las que ni siquiera están en la hoja de cargos que las llevó al paredón. Y Abascal vocifera sobre la condición criminal del PSOE, seguramente apelando a la filiación de quienes tomaron parte en el asesinato de José Calvo Sotelo. Aquel  PSOE de entonces al que pertenecía aquella pandilla criminal a cuya cabeza estaba un guardia civil de Vigo para más señas, nada tiene que ver con el PSOE renovado y refundado de ahora. El razonamiento es absurdo y canalla. Así, con la guerra civil por bandera, no vamos a ninguna parte. O sí, para nuestra permanente desgracia.

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