Opinión

Los oscuros manejos

No van a ser las urnas presumo solo las que van a acabar por cargarse al Partido Popular o al menos, no será el aspecto estrictamente político el que acabe con esta vieja banda que fundó Fraga en los primeros compases del tiempo nuevo. A aquella derecha homologable que necesitaba angustiosamente sacudirse la influencia del franquismo y que logró con notable habilidad lograr su objetivo de forma bastante honesta, sucedió una segunda oleada de dirigentes y militantes políticos que se planteó la España del tiempo como si fuera un caladero. De aquellas lluvias proceden estos lodos, que no hacen más que salir a flote, que señalan a quienes forman este partido sin distinguir entre unos y otros y que lo han puesto todo perdido hasta el punto de que nadie se atreve hoy a jugar una apuesta seria por una formación capaz de gobernar con buena cabeza y caer sin embargo envuelta en el olor a choto que despide una buena parte de su clase dirigente.
El próximo en subir al estrado como penitente en este desfile continuo y casi eterno en el que se están viendo involucrados los responsables de esta formación que ya lleva más que suficiente tiempo cortando el bacalao para haberse redimido de vicios, ha sido Eduardo Zaplana que desde siempre ha apuntado maneras, aunque ese caballero siempre ha presumido quedamente en la intimidad de que estaba a salvo de investigaciones molestas. Zaplana no ha sido en el panorama político y en el PP lo que se dice un cualquiera y hubo tiempos en los que ejercía con auténtico número dos. Concejal, alcalde de Benidorm, presidente del Gobierno de Valencia, ministro de Trabajo, portavoz parlamentario, diputado por varias provincias, llegó un momento en que la prudencia aconsejó meterlo debajo del colchón para que no se le vieran las puntillas. Salió de plano para incorporarse a Telefónica desempeñando un cómodo cometido y percibiendo espléndidos emolumentos. Pocos sabían que padece a estas alturas una grave enfermedad, pero muchos sospechaban que algún día le trincarían y el escándalo estaría a asegurado. A principios de semana la Guardia Civil le echó el guante tratando de recuperar el fruto de sus evasiones de capital al extranjero.
Zaplana está amortizado pero su influencia sigue siendo la mar de perversa. Perversa por culpable, porque no resulta fácil creer que, ante tanta actividad desvergonzada y la importancia de sus autores, el partido permaneciera ignorante de tantos y tan desconsiderados manejos. Si el PP sigue el camino que están marcando las encuestas no habrá más que un culpable. O sea, ellos.

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