Opinión

Los del tercer grupo

Un buen amigo me recordaba esta mañana aquel día en que, joven e inexperto todavía, llegó por primera vez, guitarra en mano, hasta los dominios de una compañía discográfica para la que realizó una prueba interpretando sus propias canciones. El encargado de juzgarlo fue un argentino pragmático y zumbón que, finalizado el ensayo, le citó en su despacho. “Mirá vos. En esto de los tipos cantores los hay de tres clases. Unos que saben cantar pero no saben tocar, otros que saben tocar pero no saben cantar, y un tercero que ni tocan ni cantan que es el que corresponde a vos. Buenas tardes y suerte, hermano”

Por fortuna, mi amigo no se empeñó en tratar de abrirse caso en el mundo de la música, y se ganó la vida por los terrenos del periodismo, convirtiéndose en un profesional del medio competente y admirado, pero la anécdota  sirvió para extender sus jocosos contenidos a otros ámbitos. Por ejemplo, el de la política, al que se puede aplicar este cuento con entera propiedad porque estamos en un país en el que la clase política que nos representa es cada vez más pobre, más insensata y  más inculta. Más de la tercera clase. En periodos anteriores de nuestra reciente historia una vez restablecidos los valores democráticos y recobrados los derechos y libertades, hubo políticos mejores y peores, más o menos acertados, más o menos ilustrados, más o menos inteligentes, interesantes o efectivos. Pero la inmensa mayoría de los que llegaron a puestos de responsabilidad en la gestión de gobierno o en el ámbito parlamentario se comportaron con honor y dedicación, ofrecieron una imagen digna y respetuosa, y por propia iniciativa, jamás cayeron en la tentación de cruzar fronteras que nunca pueden ser cruzadas. Los hubo de los que tocaron mejor que cantaron y los hubo que cantaron mejor que tocaron. Pero ninguno que yo recuerde naufragó en ambas facetas de su actividad. Hasta ahora.

Sinceramente, jamás sospeché que, en aras de un hipotético entendimiento con el independentismo catalán, se pudiera renunciar a un conjunto de principios que cimentan los deberes y responsabilidades de las más altas magistraturas del Estado. Esta comedia escenificada ayer durante la visita del presidente del Gobierno a Barcelona, me ha enseñado a los que ni tocan ni cantan.  A los del grupo tres, para ser exactos.

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