Opinión

Los de la mala suerte

La Historia con mayúsculas está llena de tipos que le deben precisamente el paso a la posteridad a su condenado infortunio. Existe, como ejemplo irrefutable de esta condición, el caso paradigmático de Pete Best, el batería que se sentaba a los tambores de los Beatles hasta principios de 1961, y que fue despedido de su trabajo y sustituido por Ringo Starr precisamente  en el momento justo en el que la banda fue admitida en el estudio y firmó su primer contrato con EMI para grabar primero un single con dos canciones y, a continuación, su primer álbum de largo recorrido. Best se marchó a casa lamiéndose las heridas, rechazó la propuesta que le formuló Brian Epstein para ser recolocado en otra formación de su misma firma, y nunca alcanzó la fama. Por fortuna para él, esa condición de desventurado universal, le suministró más tarde la popularidad no encontrada y pingües beneficios. Best no ha dejado de participar desde entonces en actos, encuentros, conferencias, reuniones retrospectivas, programas de cine, televisión, entrevistas periodísticas, libros y festivales relacionados con los Beatles, y cobró más de un millón de libras cuando se puso a la venta la obra entera de la formación en forma de exhaustiva antología. 

La pandemia del coronavirus deja como primer referente a un presidente maldito por el destino, al que se le han pinchado sus sueños y han sido literalmente triturados por la inexorable potencia de un dramático sino. Ambicioso sin freno, dispuesto a cualquier maniobra para convertirse en presidente del Gobierno y hacer de su mujer una primera dama con participación en los asuntos de Estado y cargo de primer nivel en el instancias internacionales, a Pedro Sánchez se le ha abierto una sima bajo los pies nada más obtener su más preciado deseo, por el que no ha tenido el más mínimo sonrojo en contraer protocolos de pacto muy difíciles de justificar. Para su desgracia y la nuestra, la gloria y el Olimpo en el que se encontró tras dos intentos y un cúmulo de rectificaciones con las que abjurar de pasados compromisos en aras de sus anhelos irrenunciables, he aquí un presidente al que le ha saltado por sorpresa la peor situación posible. Sánchez no es ahora el presidente que ya no sueña con Iglesias, ni el presidente del pacto con los independentistas, sino la cabeza de un ejecutivo que trata de plantarle cara al coronavirus en el tercer país del mundo más afectado por la pandemia… ¿Mala suerte?, pues también.

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