Opinión

Llega el mes de agosto

Llega el mes de agosto y el país entero se va de vacaciones. También la clase política, a pesar de que los estrategas del Gobierno en funciones se nieguen a admitirlo porque no estaría bien visto, y desliza mensajes muy positivos que nos hablan de un Sánchez que no para y que en los próximos días establecerá contactos con líderes de otras formaciones como queriendo dar a entender que Sánchez –al que Tezanos ha mandado al asueto bien contento con el resultado de sus últimos platos precocinados- está en la garita asumiendo plenamente sus responsabilidades.
Supongo que también a la clase política le va a venir bien estas vacaciones de agosto porque yo creo que tanto mareo de perdiz, tanta saliva gastada, tanto magreo en forma de debate inútil, y tanta mala leche impregnando el cauce de un discurso cada vez más sobado, han acabado por agotar todas las vías y cegar todas las salidas. Los hay como el tal Torra, al que este periodo vacacional va a resultar una prolongación de su actividad diaria porque el Gobierno que preside está sumido en una completa inoperancia y permanece en estado vacacional desde que fue elegido. Los hay que han hecho algo más por ganarse la soldada, pero en general lo que corresponde es una interrupción de la actividad que estaban desarrollando a ver si la desconexión contribuye a aclarar las ideas y asumir con seriedad y rigor todas esas responsabilidades que se contraen cuando se asume la función y la vida parlamentaria. A día de hoy, traspasando el umbral del mes de agosto, estamos en un estado fallido en el que no funcionan ni las  personas ni las instituciones. Algunos politólogos de prestigio se huelen lo peor y aseguran que España está a un paso del colapso del sistema. No será porque no hubo hasta el momento señales claras de que nos estábamos precipitando por el terraplén. No será porque no hubiera voces y hechos que lo anunciaran. No será por falta de información. Será quizá, y eso sí, por ignorancia.
Agosto está para tostarse en playa, para mojar sardinas a la parrilla con un tinto de verano y para leer una novela en bermudas debajo de una palmera tumbado sobre una hamaca. Incluso para la tropa política. Y aunque no se lo merezca. 

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