Opinión

El lenguaje institucional

Las necesarias exigencias de una igualdad de géneros y la práctica  de un tratamiento paritario que elimine antiguas barreras y ofrezca las mismas oportunidades a hombres y mujeres no es solo una exigencia social extendida  y afianzada en los países avanzados y democráticos del planeta, sino una nueva concepción general de un mundo  en el que ha irrumpido el coronavirus para ponerlo todo patas arriba. La pandemia va a dictaminar las leyes del porvenir, y es muy probable que estemos asistiendo a los albores de un mundo nuevo, en el que creencias, principios, presupuestos, y hábitos que considerábamos vigentes hasta la fecha, dejen de serlo dentro de un tiempo cuando aquellos que sobrevivan al azote de la plaga puedan abrir las puertas de sus casas y salir a la calle libremente. Ese día llegará pero será también para enfrentarse a otro escenario diferente.
Por eso, poner todo el énfasis del mensaje institucional en la utilización de un lenguaje políticamente correcto aún a riesgo de no decir otra cosa que vaguedades, lo tengo yo por un error, porque no es la hora ésta en la que estamos viviendo la de maniatarse a la semántica estrictamente correcta sino de decir poco pero sincero, desprovisto de alambiques, serio, profundo y bueno. Lo que escucho por televisión -ese pasaje de información pública que alguien sin mucha capacidad de reflexión ha depositado en las manos, en las voces y en el idioma relamido y trivial de la ministra portavoz- me parece prescindible. Y sobre todo, en completa discrepancia con el escenario en el que estamos viviendo. María Jesús Montero está mucho más pendiente de que por su boca no brote ninguna palabra que ponga en ligera duda su fervor por el lenguaje inclusivo y por su compromiso con la causa de la igualdad de sexos, que de contar simple y llanamente lo que pasa. A estas horas sería sin embargo mucho más de agradecer un párrafo cálido, sincero y cariñoso, sin los circunloquios y envaramientos que proclama esta dialéctica inaguantable y absurda que parece presidir obligatoriamente las expresiones de todo el ministerio. Frases hechas, gramaticalmente insensatas,  mal construidas y peor resueltas, salpican unas intervenciones en las que  todo para la portavoz es “conjunto”: “el conjunto de la ciudadanía”, “el conjunto de las medidas”, “el conjunto de los afectados”, “el conjunto de las decisiones”.

El cielo está conjuntado, ¿quién los desconjuntará? El desconjuntador que lo desconjunte, buen desconjuntador será.  

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