Opinión

La legisladora desesperada

Cada época ha vivido estampas de violencia verbal, insultos, reproches y enfrentamientos a cara de perro en el Hemiciclo, de modo que lo que ahora ha pasado al primer plano de la actualidad y está  inspirando inquietud y consternación, no es ni mucho menos un episodio nuevo. La presidenta del Congreso de los Diputados se ha visto obligada a llamar al orden a sus señorías ante la combativa posición de un buen número de  diputados que han endurecido el juego y han regado el terreno hasta ponerlo todo perdido. Da la impresión, sin embargo, de que Maritxell Batet ha amonestado a la Cámara más por cubrir el expediente que por propio compromiso y convicción de hacerlo, actitudes que pueden parecer cosa pareja pero que en verdad de la buena no son lo mismo. No parecía una intervención muy resuelta ni traslucía autoridad y energía su parlamento así que llegó a los oídos de los parlamentarios tan falta de resolución como hueca. Los diputados por su parte escucharon como quien oye llover, porque nada más finalizar el pregón de admoniciones recitado sin gran convicción por la presidenta, volvieron a lo mismo y siguen dándola a estas horas al agravio como lo habían hecho antes de que Batet se decidiera a intervenir.
En cualquier caso, y como este periodo de Cortes no es muy diferente a otros muchos que se han producido en el Congreso, quizá lo que debería hacer la opinión pública es preocuparse menos por el continente y hacerlo mucho más por el contenido, porque lo que de verdad inquieta es lo que va implícito en cada discurso y lo que se esconde tras el diálogo parlamentario en lugar de rasgarse las vestiduras por el modo de decirlo. Duras fueron en su tiempo las famosas palabras que Pasionaria dedicó a Calvo Sotelo unos días antes de que los de la camioneta 17 fueran a por él y le pegaran dos tiros en la puerta del cementerio del Este. Duras fueron las palabras de Paul y Angulo unos días antes de que Prim fuera tiroteado en la calle del Turco. Dura fue la soflama de Pi Margall tras recibir el Congreso la renuncia de Amadeo que abrió la puerta a la proclamación de la República.
Lo que hay hoy en día es mediocridad, gris, absurda y compartida por toda la clase política. El lenguaje es lo de menos. Lo que de verdad  debe alarmarnos es su general inoperancia, su lamentable incompetencia y su desastrosa gestión. Eso sí que es serio.  Que se pongan de vuelta y media es lo de menos.

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