Opinión

Las viejas fotos

Como uno en estos tiempos de confinamiento tiene tiempo para todo, me he subido al altillo, me he bajado tres cajones de viejas fotos, y me he puesto a repasarlas y ordenarlas en la medida de lo posible, con el absurdo celo del que supone que, organizando las fotos de su juventud, puede organizar también lo que le resta de su propia existencia. Vana misión naturalmente, pero no estéril. No es una experiencia fácil repasar años y años de una existencia plasmada en blanco y negro y en color, sobre todo si, como testifican esas viejas imágenes, uno era de muy buen ver en sus años mozos, tenía el cabello negro como el pecho de una pantera, todos los dientes en su sitio, y setenta y dos kilos justos de peso repartidos por una estatura muy aparente para la época -en torno al metro ochenta y cinco- que entonces ya era talla y valía para hacer la mili de gastador e incluso para jugar de escolta al baloncesto. Tarea adusta la de repasar fotos antiguas pero insisto que no estéril, porque te ayuda a comprender por qué has vivido y te conforta, porque te demuestra que, a pesar de los pesares, uno sigue ahí.

Hay de todo en esta colección de estampas en las que ahí estamos los de antes y los de ahora, con barba y sin barba, con bigote y muy esporádicamente sin él, con el pelo largo y más largo todavía, con gafas, sin gafas, con guitarra, sin guitarra, con canas y con más canas. También con personajes influyentes de la época, desde populares personajes de la política hasta ídolos de la canción. Y desde luego, futbolistas, porque uno comenzó en este oficio haciendo crónicas deportivas y entrevistando libreta en mano y a pie de campo a los héroes del balón. Acabo de desempolvar una gran foto en la que estamos de conversación, vestidos de calle y plantados en mitad del césped del Bernabéu, un sujeto  abigotado con el cartapacio bajo el sobaco de una americana sobre el jersey de cuello vuelto, y nada menos que Goyo Benito, fuerte como un roble, duro como una peña, con una trenca de marinero en tierra y la mirada bizca que acojonó de tal manera al joven sevillista Biri Biri que el pobre, tras un partido en el que Benito le dio hasta en el pasaporte, suplicó: “no me pegue usted más señor”… 

Ayer se murió de coronavirus en una residencia de la sierra cercana a Torrelodones y a mí, su muerte, me ha sentado como un tiro.

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