Opinión

Las cuarenta en bastos

A menudo me pregunto cómo es posible que la sociedad catalana reaccione siempre tan mal y tan tarde a situaciones que están destrozando su tejido productivo y lesionando quizá de un modo irreversible, un modo de vida que siempre fue sinónimo de estabilidad y bonanza. Hasta ayer no había escuchado que los empresarios hicieran responsable a Torra de los factores que están hundiendo de día en día la economía catalana, y ayer le echaron una monumental bronca, pero han tenido que pasar casi dos años para que esa petición de cuentas a un mediocre presidente que ha cambiado su condición de gestor por el de un hooligan sin otras virtudes apreciables, se sustanciara. Tampoco es que esta recriminación se haya producido en una instancia superestrella, sino en el Círculo Empresarial de Sitges, un foro al parecer con una influencia notable en las finanzas catalanas, en el que se ha quebrado ese pacto tácito que parecía prohibir sin leyes escritas cualquier crítica hacia la gestión de la Generalitat. El presidente de esta instancia, un empresario inmobiliario llamado Juan José Bruguera, le ha cantado a Torra públicamente y delante de una notable audiencia, las cuarenta en bastos. “La pérdida de poder económico empieza a evidenciarse. -le ha dicho este señor que, como medida previa, se llevó a Madrid la sede de su empresa-  Y la pérdida de poder económico acaba por deteriorar la actividad económica”.
El caos económico, político y social en el que Cataluña habita en estos momentos, su enrevesado proceso de pactos y esbozo de pactos que proponen sus comportamientos políticos y electorales últimamente centrados en la batalla por la alcaldía de Barcelona, la trágica división que caracterizan a la sociedad catalán, están precipitando un escenario cada vez menos competitivo. Los empresarios que han tenido el cuajo de recordar a Torra que Cataluña está perdiendo poder en los campos en los que antaño era líder, como los de su economía y sus finanzas, conocen muy bien de lo que hablan y saben los subterfugios adoptados por los gobiernos catalanes para disimular estos hechos. Cataluña ya no es en absoluto la primera comunidad de España y pierde poder a cada paso. Es su desgracia, pero nadie salvo ellos mismos puede optar por recuperar esa posición perdida. De ellos depende y de nadie más.

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