Opinión

La vida en el balcón

Si bien las condiciones en las que se plantea un encierro domiciliario forzoso son mucho más confortables en la ocasión presente que en cuarentenas exigidas por enfermedades contagiosas en el pasado, hemos de reconocer, cumplido por mi parte el noveno día de cautiverio, que se hace muy cuesta arriba el confinamiento y eso que esto no ha hecho más que empezar. Por fortuna, las nuevas tecnologías han contribuido de un modo irrefutable a crear ambientes más placenteros, y no solo nos permiten desarrollar desde el propio domicilio un amplio abanico de actividades profesionales, sino que procuran herramientas para cultivar el ocio en vertientes casi ilimitadas. Nos estamos inflando a ver series y películas ofrecidas por las nuevas plataformas de entretenimiento, cada día descubrimos una aplicación lúdica nueva para pasar el día, y cualquiera de los canales  de archivos audiovisuales nos obsequian con tutoriales en las que suele haber un japonés que te enseña a la perfección cómo se cocina sushi, cómo se plantan los bonsáis, e incluso cómo se toca el bajo de “Day tripper”, que por cierto es, como todos los bajos que ideaba McCartney para sus canciones o las de sus compañeros de equipo, tan imaginativo e inspirado como endiabladamente complejo. 

La música es compañera insustituible en estas horas de zozobra, y los músicos seres  adorables que contribuyen a distraer nuestra angustia haciendo lo que mejor saben hacer que es interpretar música. Mi amigo Tony Lomba es uno de los que ha convertido el balcón de su casa en un escenario en el que obsequiar con música a sus vecinos de calle y edificio, y esa aplicación en vivo no puede ser mejor recibida y más apreciada porque forma parte de esa personalidad solidaria, afectiva y generosa que le ha distinguido siempre y de ello muchos damos fe. Quizá esa música que aparece con frecuencia en las terrazas y balcones de los edificios, y que acompaña a esa cita de las 20 horas que se ha institucionalizado como merecido homenaje al personal sanitario –no conviene olvidar en este capítulo de gratitudes las que debemos a soldados, guardias civiles, policías, farmacéuticos, transportistas, personal de supermercado o periodistas-  es compañía más acorde en estas vicisitudes que los muchos memes que pueblan las redes, algunos de los cuales más valdría no tener en cuenta. Por fortuna, en tiempo de penuria, los hay que tienen una especial habilidad para generar esperanza. Va por ellos.

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