Opinión

La teoría del absurdo

A primeros de octubre de 1969, una voz anónima amparada bajo el seudónimo de “Tom”, telefoneó a una emisora de Michigan especializada en música pop y pidió hablar con uno de sus DJ’s más populares. El aludido, llamado Russel Gibbs, escuchó atónito a su informador, el cual le aseguró poseer pruebas que demostraban que el bajista de los Beatles, Paul McCartney, había resultado muerto tres años antes en un accidente de automóvil y que había sido sustituido por un doble, un sujeto llamado William Campbell, de gran parecido con el fallecido, al que un equipo multidisciplinar entrenó a marchas forzadas para ocupar su lugar. Campbell, que no era zurdo, hubo de aprender a tocar el bajo con la mano izquierda, y fue sometido a una compleja operación de cirugía plástica para ajustar más el parecido desde las orejas a las cuerdas vocales. Tras este primer aviso, el mundo se lanzó con frenesí a encontrar las supuestas pistas que inundaban la discografía de la banda, no solo en las letras de sus canciones sino en las propias carátulas de sus discos puestos desde entonces en el mercado. Aquello se convirtió en una carrera sin freno hacia los dominios del desvarío, y comenzaron a  tomar cuerpo interpretaciones demenciales que involucraban a la CIA, el MI6 y el KGB en la planificación de un compló supranacional que pretendía valerse de un topo para dominar las mentes juveniles desde las entrañas de la más popular banda de música del mundo, para lo cual no hubo más remedio que cargarse a uno de ellos y sustituirlo por un agente doble. Supuestamente se amenazó de muerte a los restantes para que no abrieran la boca, y la única posibilidad existente para expresar su situación al mundo, fue sembrar lo que quedaba de su discografía de claves ocultas sugiriendo la muerte y suplantación del pobre McCartney y el plan diabólico. Como el día encerrado en casa tiene más de veinticuatro horas y uno se implica en las actividades más sorprendentes, ayer me puse a repasar todas y cada una de las pistas del rompecabezas en el que se ha cimentado esta demencial leyenda urbana. Y de hecho, todavía hoy una incomprensible masa de fervientes investigadores de lo absurdo que desmenuza y alienta esta teoría y que situaciones como el obligado encierro en casa aislados de la terrible plaga del coronavirus permiten revisar. No es que tenga mucho que ver con el drama que vivimos, pero ayuda a pasar el rato y pone el pensamiento a volar.

Te puede interesar