Opinión

La larga sombra del G-7

Un avispado y veterano periodista de los fijos discontinuos en las tertulias de la mañana en la tele pública, relacionaba el otro día con admirable perspicacia la reunión del G-7 en Biarritz con las situaciones claramente reconvertidas en ciertos países europeos cuya influencia en el contexto continental estaba generando enormes tensiones. Son los casos de Italia y el Reino Unido, cuyo panorama ha cambiado ciertamente por completo desde que los más poderosos se dieron cita en la apacible villa veraniega del sur de Francia. Las indudables dotes negociadoras del presidente anfitrión desbloquearon temas capitales en relación con los Estados Unidos, y en efecto unos días después de que la cumbre se clausurara, Mateo Salvini ha pasado a un modesto segundo plano dando paso a un Gobierno mucho más equilibrado producto de un pacto sensato entre las fuerzas liberales y de centro izquierda con  Conte como primer ministro, y Boris Johnson se ha comido todos sus delirios y está abocado a pedir otro periodo de gracia a pesar de que públicamente se empeñe en afirmar que prefiere caer muerto en una zanja que humillarse rogando a la UE que le otorgue una prórroga del procedimiento.
Podría pensarse, es cierto, que el G-7 está constituido como un órgano supranacional que toma cartas en el asunto cuando hay sectores del territorio global que se ponen chulos. Al fin y al cabo, este club de élite lo componen siete de los países más poderosos de la tierra, o para ser más exactos Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Alemania, Japón, Francia e Italia. Dos de los países que han generado tensiones están incluidos en este grupo de los siete grandes. Lo que vamos a saber en breve es si sus preocupaciones también están depositadas en esta España que lleva desgobernada desde abril y cuyas fuerzas políticas divididas en compartimentos estancos son incapaces de entenderse. La posibilidad de que el G-7 de un puñetazo sobre la mesa y mande parar organizando en clave de comité y a su gusto la situación parlamentaria española para que no provoque molestias es, desde luego, algo más que una especulación ligera. Si antes de que acabe septiembre hay consenso será señal de que el G-7 vela por nosotros. Lo que hay que saber a continuación es a qué precio. 

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