Opinión

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Atendiendo a una estrategia puesta en práctica en pasadas ocasiones con razonables resultados, el PSOE se ha propuesto presentar a sus rivales del PP como los auténticos herederos de la derecha más cavernaria, y a su líder, Pablo Casado, como un peligroso ultraconservador, inmovilista y tramontano. No es, ya digo, la primera vez que los socialistas apelan a esta práctica y no hay más recordar el famoso “cinturón sanitario” y otros muchos tópicos al uso que prestaron su servicio a la causa y ofrecieron un rendimiento bastante rentable. La verdad es que Casado no es precisamente un ejemplo de político en la línea de ideología abierta y liberal que demandaría la supuesta clientela del PP del siglo XXI, y ni siquiera parece concordar el discurso que ha esgrimido con su propia edad, pero tampoco es el intolerante hijo de los restos del franquismo que Sánchez y su equipo  de campaña quieren presentarnos teniendo en cuenta, por otra parte, que Sánchez ha decidido convertir en campaña todo lo que hace y así va dando bandazos. De vez en cuando le salta una liebre al camino y a un ministro le meten un gol por la escuadra. Esas situaciones se arreglan poniendo bajo los palos a mejores porteras y seguramente esa es una de las cuestiones que Sánchez deberá revisar si quiere seguir hasta el final de la legislatura si es que le dejan los independentistas catalanes.
Pero si bien Casado es un líder conservador menos radical de lo que sus rivales de Parlamento quieren presentar, cierto es que también se caracteriza por el mal de la improvisación y el constante cambio de directrices. Debe tratarse de un mal endémico que afecta a la nueva hornada de servidores públicos. Ni el líder socialista y presidente del Gobierno parece muy seguro de lo que hace ni el líder de la oposición y del Partido Popular lo está a su vez. El resultado es un  caos  y un apetitoso caldo de cultivo para aplicar el viejo refrán de “a río revuelto ganancia de pescadores”. Las consignas impartidas por la dirección popular desde su atalaya de Génova sobre el modo de gestionar la crisis catalana negando respaldo y unidad a las expectativas creadas por los verdaderos ganadores de las elecciones, el Cd’s de Rivera, asombran y sorprenden. Si el PP desaparece en Cataluña se lo habrá ganado a pulso. Y le falta bien poco.

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