Opinión

La hora de los balcones

Todas las tardes, a las ocho en punto, la población confinada en sus domicilios sale a las ventanas para rendir su particular homenaje a aquellos que  se sacrifican por los demás. Comenzó por un aplauso tributado de forma espontánea al personal sanitario, pero en realidad está ovación que se manifiesta desde terrazas y balcones, está dirigida no solo a ese admirable colectivo de asistencia sanitaria que está dejándose literalmente la vida por curarnos, sino a otros muchos profesionales que superan cada día el límite del sacrificio personal y están entregando lo mejor de todos ellos aún a riesgo propio, para combatir esta terrible plaga. Militares y policías sin duda, pero también personal de farmacia y de alimentación, voluntarios, funcionarios de correos y telecomunicaciones, gente de guardia en ministerios y dependencias de las administraciones. Y, déjenme que me sienta orgulloso de ellos, los periodistas, que están cumpliendo con su deber y desafiando la pandemia cámara en ristre, micro en ristre, delante de la pantalla de un ordenador, en sus redacciones, en sus estudios de tele o de radio, al aire libre, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Bravo por quienes, a todos los efectos, son mis hermanos.

Las ocho de la noche se ha convertido en una referencia universal, y pasará a la historia como el símbolo de la resistencia a la extensión del mal. Por eso, esa hora mágica ha terminado por servir como cita, cada veinticuatro horas, para proclamar que aún se está donde se está y que se ha sobrevivido un día más a la pandemia. Hay campanas, hay conciertos de saxofón, de guitarra y de piano, hay canciones a coro, hay pancartas, y hay una nueva fórmula de entretenimiento colectivo que animan personajes cada vez más valorados que son los DJ de los balcones. En mi barrio resuena a todo pulmón ese “Resistiré” que se ha convertido en el himno no oficial de los encerrados. Tengo un amigo con muy buen oído que sospecha que se parece en exceso a “I will Survive”, la canción que puso de moda Gloria Gaynor a principios de los 80. Como quiera que justo es ser justo, yo también estoy convencido de que se asemeja demasiado, no solo en el título sino en la melodía, en la letra, en el fondo y en la forma.

Da igual. La música es una terapia incomparable para pasar con el mejor ánimo posible este tremendo trago. Aunque estemos sirviéndonos de un más que probable plagio. 

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