Opinión

La hora de la desescalada

He escuchado tantas opiniones sobre el plan de desescalada que ya no sé a qué atenerme, aunque, teniendo en cuenta mi edad, yo voto por estarme quieto donde estoy y no abrirle la puerta al bicho hasta que las condiciones no transmitan aromas de mayor seguridad aunque sea dentro de lo que cabe, porque la única situación de seguridad completa es el descubrimiento de un remedio testado y completamente fiable, y a este escenario le queda como poco un año. Hacerse viejo no es ni apacible ni entrañable, ni hermoso ni relajante por mucho que la literatura se empeñe en tratar de dulcificarlo. Y uno nota los desmanes de los años cuando ha de enfrentarse a este tipo de situaciones que ponen en evidencia la condición que uno tiene. Y la condición que uno tiene es la de extrema vulnerabilidad y escasez de armas  para defenderse de los efectos de un agente diabólico que ha matado a veintitantas mil personas de las que el ochenta por ciento son ancianos. O sea, tipos como yo, para qué engañarnos.

Algo me sugiere al oído la sensación de que se está apurando, y este pueblo nuestro tan festivo y tan simpático, tiene todas las virtudes del mundo en tiempo de bondades y da tanto gusto con él porque no hay población alguna en el mundo que sea tan adecuada para irse de cañas, que no elegiría a otro para hacer amistades. Pero en lo tocante a disciplina somos menos constantes, y en esta dualidad residen nuestras bondades y nuestras maldades. El pasado fin de semana que se dio suelta a los niños/as, muchas calles de las grandes ciudades (la nuestra lo es indudablemente) parecían las calles por las que uno transita la mañana inmediata a la noche de los Reyes Magos, y no es eso ni lo que se pretende ni lo que vale. El éxito de la desescalada se cimenta fundamentalmente en la responsabilidad de cada uno y ese sentido de la responsabilidad individual ni siquiera tiene que ver con la bondad o la maldad del plan trazado hasta el punto de que el comportamiento de cada uno de nosotros puede hacer triunfar una estrategia que, con todos los respetos, tiene mucho de marketing.

Estos casi cincuenta días de confinamiento han contribuido a frenar la extensión de una auténtica plaga. La actuación de los que han estado en primera línea ha sido decisiva.  Aunque sea por ellos y su sacrificio, tratemos de no desandar el camino andado. 

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