Opinión

La fuerza del decreto

El Gobierno está completamente decidido a llevar a cabo aquellos objetivos que le parecen trascendentales caiga quien caiga, una situación que plantea situaciones delicadas. Por ejemplo, ha decidido desenterrar a Franco cueste lo que cueste y acabará haciéndolo por Decreto Ley tras la toma de decisión en consejo de Ministros porque por vía parlamentaria no tiene  respaldo bastante para hacerlo. De lo que se trata es de recrear situaciones evanescentes que, sin embargo,  salgan en los periódicos y transmitan al ciudadano escogidos mensajes que, bien administrados, llegan hondo en determinados segmentos sociales de conquista fácil. Lo de Franco en su sepultura del Cuelgamuros forma parte del ritual, aunque en realidad a nadie le importe ya un comino donde está enterrado ni a esta causa de aparente notable significado le haga nadie ningún caso ni planee debate alguno para remediarlo. Para que nos entendamos, yo tampoco sé dónde está enterrado el pretendiente Carlos VII y dónde van a cantarle sus fieles el Oriamendi –por cierto, una partitura irlandesa en su origen que los carlistas encontraron tirada en una tienda de campaña tras ganar a los liberales aquella batalla- ni me importa demasiado. Sí sé, que el general Lee, que fue el caudillo del ejército confederado durante la Guerra de Secesión, una vez acabado el conflicto retornó a la vida civil y obtuvo el decanato de la pequeña universidad sureña de Lexinton en Virginia a la que convirtió en uno de los centros docentes más prestigiosos del país especialmente reconocida `por sus estudios de Periodismo y de Lengua Española. El centro acogió a estudiantes procedentes de todo el país, de estados sureños y norteños a partes iguales. Y si bien y como en todas las universidades estadounidenses, hubo en ella segregación racial durante ese siglo y el siguiente, fue menos severa que en otros campus. En el altar mayor de su capilla está enterrado.
Siguiendo la senda poética de la que ha hecho bandera, Sánchez va a abrir el complejo de Moncloa al público en general lo que sospecho va a crear situaciones muy delicadas a los encargados de la seguridad en el recinto presidencial. He estado un par de vez allí y les aseguro que los dispositivos han sido, hasta el momento, muy severos. Sabe Dios cómo será a partir de ahora.

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