Opinión

La fórmula mágica

Los programas de televisión construidos en torno a la afición creciente por cocinar están corriendo parejos a los que se inspiran en el deseo latente de cantar no ya en la ducha sino en un escenario. Tienen un gran éxito y no es de extrañar porque son producciones caras y por tanto, brillantes. 
Naturalmente tienen sus defectos, cuya presencia se hace más intensa a medida que van evolucionando. Hace unos días, asistimos a la programación de la final del programa de cocina protagonizado por niños no mayores de once años, un espectáculo escenificado en el restaurante Diverxo del que es propietario el chef Daviz –con Z y no con D como todos los demás- Muñoz, que también elaboró el menú que aquellas tiernas criaturas debían elaborar para alzarse con el triunfo. Los platos eran tan complicados que nadie en su sano juicio podría creerse que aquellos chavales estaban en condiciones de hacerlos de verdad, pero dio igual. Hubo que apelar a un largo ejercicio de posproducción para otorgar cierta credibilidad al programa pero de lo que se trataba era de recrear un espectáculo visual y así se hizo aunque cualquier espectador medianamente crítico supo desde el principio que aquello tenía más trampas que una película de chinos.
Los certámenes a la búsqueda de voces nuevas están planteados en términos muy similares y corren el peligro cierto de acabar hastiando. De hecho, la representación española en el Festival de Eurovisión corre desde hace algunos años de la mano de los responsables de “Operación Triunfo” y, tras el final del concurso, sus participantes se han puesto a la tarea de ensayar y mostrar un conjunto de canciones que la productora ha preparado para ellos tirando de compositores afines con alto grado de confianza por parte de la casa. Por mi parte, he escuchado algunas muestras de lo que están preparando y confieso que me parecen todas iguales. También me parecen igualmente engoladas y falsas las voces de sus intérpretes, y sospecho que volveremos a asistir a un espectáculo como el del pasado año a cargo de Alfred y Amaya. Si alguien de responsabilidad en el ente público quiere hacerme caso, que se lo piense antes de hacer una nueva edición de ambas fórmulas. 

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