Opinión

La España vaciada

Andan los políticos metidos en campaña dándole vueltas a situaciones de una aparente suprema trascendencia algunas de las cuales nadie de la sociedad había pedido hasta que la clase política se lo ha recordado. Peligrosamente revisores de los siniestros hechos que confirmaron la abrupta muerte de la república y su desembocadura aciaga en una terrible guerra civil que duró tres años, por un lado se destripan las cunetas a la búsqueda de restos de fusilados por el bando franquista, se recuerda a Federico y otras víctimas inocentes de esta locura, por el otro se apela a la quema de conventos, a las monjas violadas y a las sacas de Paracuellos. Sánchez alza el dedo colgándose la medalla del traslado de los restos de Franco desde Cuelgamuros a un panteón del Pardo en plena campaña electoral, e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, advierte que acabarán ardiendo las parroquias como en el 36, que es lo que podría ocurrir según su leal criterio con posterioridad a la exhumación de los restos del dictador.
Esta estupidez colectiva que ha vuelto a morder a la sociedad española sin que nadie se lo pidiera ochenta años después de sucedidos los hechos que se rememoran, no tendría cabida si esa clase política que paga el honrado impositor ya bien trascurrido el siglo XXI, se dedicara a consolidar los cimientos de un estado de sentido común y bienestar libre de pasiones y revanchismos ficticios que, paradójicamente ya no tienen cabida en la España plural, libre, multicultural, abierta, tolerante y justa de 2019. Lo que sí tendría cabida en su gestión es el esfuerzo por encima de sus propias limitaciones para conseguir que todos los españoles tuviesen los mismos medios y las mismas posibilidades sin depender de su lugar de nacimiento y residencia, una queja que sí es pertinente, que sí está presente y que sí es justa y necesaria. La de la España vaciada que abarca una ancha franja del territorio patrio que se queja y con razón de su abandono secular. Sus ciudadanos, a día de hoy, residen en núcleos de población abandonados a los que no llegan ni el tren ni los nuevos sistemas de comunicación. Pero además, carecen de maestros, de médicos, de funcionarios públicos y por tanto, carecen de escuelas, de centros de salud, de farmacias, de bibliotecas, de terrenos deportivos… Son, los otros españoles, los que no tienen y los que merecen tenerlo como todos los demás. Y nadie los escucha.

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