Opinión

La escuela O’Donnel

En el siglo XIX, y teniendo en cuenta la persistente inestabilidad de la situación política, las personalidades de la vida pública nacional que se veían obligadas a salir del país para no verse en situaciones peligrosas, solían constituir una suerte de banderín de enganche en el exilio en el que se personaban los descontentos para hacer patentes sus quejas y de paso, animar al fugado para que iniciara una campaña que le restableciera como Dios manda en su perdido destino. Así le ocurrió por ejemplo al general O’Donnel cuando la reina Isabel II le retiró su confianza, y sumamente defraudado y colérico cruzó la frontera y se estableció en territorio vasco francés, abriendo una oficina de reclamaciones políticas en Biarritz. Raro era el día en que no recibía la visita de antiguos correligionarios o simpatizantes, invitándolo a que se hiciera cargo de la deteriorada situación cada vez más descorazonadora para los partidarios de la corona. El peregrinaje se prolongó hasta que a Leopoldo O’Donnel se lo llevó al otro mundo una docena de ostras en mal estado que le produjeron una fatal septicemia. Los partidarios del militar canario en el exilio afirmaron que alguien lo había envenenado, pero la petición de justicia no prosperó. El Var no quiso revisar la jugada y la causa se perdió lastimosamente.
Da la impresión de que esta moda de políticos exiliados ha cobrado nuevos bríos con el prófugo Puigdemont abriendo el consultorio de la señorita Pepis en Waterloo al que van a visitar señeras figuras de la política nacional con la misión -y la necesidad que es peor- de rendirle pleitesía. Como una parte no despreciable de los españoles han aceptado los designios del presidente en funciones, y  otros hay que no tienen la menor idea de lo que en realidad significa una amnistía, no se ha producido un terremoto político cuando una vicepresidenta del Gobierno ha viajado a presentarle sus respetos, y una semana después se  ha desplazado a sus dominios el presidente del Partido Nacionalista Vasco y presidente del Euskadi Buru Batzar a su vez, lo que en lenguaje coloquial quiere decir el que manda en el País Vasco aunque, como puede ser peor el remedio que la enfermedad si al citado lo sustituye Otegi y eso ya va en serio. En Europa no creo que den crédito a los que están escuchando y viendo. A nosotros nos da igual, pero ya lo pagaremos.

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