Opinión

Los indios y los vaqueros

Como ya esa norma de la casa, los ministros de este Gobierno suelen decir una cosa pongamos por la mañana y la contraria siete horas después. Lo habitual es pronunciarse por libre de buena mañana, decir lo primero que se les ocurre, escuchar como brama el sector agredido, recapacitar, convocar asesores y jefes de comunicación y emitir un comunicado desmintiendo lo anterior, a última hora de la tarde. Lo ha hecho el presidente Sánchez, la vicepresidenta Montero, la vicepresidenta Calvo, la ministra Celaá, el ministro Ábalos, el ministro Garzón, la ministra Díaz, el ministro Marlaska, la ministra Maroto… Como son tantos no hay día sin un desmentido. El último en descalificarse a sí mismo ha sido Manuel Castells, titular de Universidades. Este señor al que las lenguas de doble filo acusaron de haberse marchado a pasar el encierro a sus predios estadounidenses, sorprendió al elector medio compareciendo en el Congreso de los Diputados con una camiseta negra de diseño y leyenda en letras de colorines incorporada, bajo la americana de bibliotecario de campus de la Costa Oeste, o al menos los que con esta traza aparece en las películas, lo que no quiere decir que sea un vestuario veraz. Castells es un señor ya veterano y rellenito, con papada y pelo blanco y escaso,  que con aquel atuendo parecía un espantapájaros, pero que seguramente se encontraba tan juvenil y favorecido vestido de aquella manera para acudir a la Cámara, que daba un no sé qué apearlo de la burra al hombre y que se disgustara.

Pues ha vuelto del confinamiento tratando de legitimarse y, por tanto, legislando. Esencialmente, la vuelta de los estudiantes a la universidad, y ha montado tal melé con su decreto que ha durado horas. Al día siguiente de promulgar el primer protocolo, ha llegado la rectificación habitual. A estas horas, el universo docente no sabe a qué carta quedarse y Castells desaparecerá de nuevo y no sabremos más de él hasta septiembre mes en el que ya se verá.

Un presidente, cuatro vicepresidentes y dieciocho ministros de lo ordinario son muchos cargos públicos para tan escasos resultados. Si tenemos en cuenta que hay diecisiete comunidades autónomas cada una de las cuales tiene un Parlamento y un equipo de Gobierno, no es ilícito pensar que hay más vaqueros que indios. Y además, que los vaqueros no se enteran de nada.

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