Opinión

Historias de película

Durante el tiempo en el que la cinematografía universal hizo transcurrir el western -pongamos que el episodio llevado a la gran pantalla arranca con la independencia de Texas en 1836 y finaliza con la intervención estadounidense en la Revolución de México en 1910- trascurrieron en nuestro país las tres guerras carlistas. Se pueden fijar los extremos de la epopeya con la producción de “El Álamo”, dirigida y protagonizada por John Wayne en 1960,  que es la relación de hechos históricos relativos a la resistencia de emigrantes estadounidenses alzados en armas contra el dominio de México y refugiados en un antiguo fuerte español, y “Grupo salvaje”, la nostálgica cinta de Sam Pekinpah fechada en 1969 que narra la incursión de una banda de viejos cowboys justicieros y renegados en territorio mejicano coincidiendo con un dramático cambio de ciclo.

Mientras el salvaje Oeste ha ofrecido miles de títulos, ha creado escuela, ha ganado millones de dólares y ha permitido crear una realidad ficticia dentro de una realidad histórica capaz de mitificar una época y los que en ella vivieron, no recuerdo ninguna producción española ambientada durante las guerras carlistas. El conflicto responde a todos los atractivos del género y se desempeña entre la épica y mítica, en escenarios rurales y urbanos y en el contexto poderoso de una larga y sangrienta guerra civil que fue entrando y saliendo del caudal histórico nacional durante cuarenta años más o menos. Se inició en 1833 recién fallecido Fernando VII que dejó al morir un conflicto dinástico de tomo y lomo, y concluyo en 1876, con la derrota definitiva de las tropas del pretendiente tras una última y salvaje confrontación en tierras de Cataluña siendo ya rey Alfonso XII. Conviene decir que si bien la guerra se acabó, no acabó el conflicto, y en 1911 se cobró últimas víctimas en Cataluña en un enfrentamiento a tiros entre votantes apostólicos y seguidores de Lerroux.

Con frecuencia me he preguntado cuál es el motivo por el que los españoles hemos fracasado a la hora de llevar a la gran pantalla nuestra Historia y no recuerdo ni una sola película que valga la pena en ese género. Seguramente porque nos hemos avergonzado de ella y la hemos tratado fatal. Ni siquiera Amenábar en “Mientras dure la guerra”, ha dado con la tecla a pesar de su excelente voluntad. 

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