Opinión

Un gobierno de beach boys

Las cosas no siempre son lo que parecen y, a base de contumacia reincidente, muestran lo que no es y ocultan lo que en verdad hay tras cierto y engañoso panorama idílico. Los Beach Boys, por ejemplo, conformaban un grupo de californianos de aspecto saludable y sonrisa permanente bajo cuya fisonomía se ocultaba una realidad mucho menos seductora. Sus miembros eran en verdad unos muchachos muy buenos en lo suyo pero sumamente desgraciados, en manos de un padre violento y tiránico que los trataba a batacazos y pagaba con ellos sus extremas frustraciones. El peor parado fue el genio Brian Wilson, al que, en una de sus frecuentes palizas, dejó sordo de un oído tras golpearlo con un pedazo de cañería.

Por alguna razón que no resulta fácil de aclarar, esta situación se repite en innumerables pasajes de la condición humana, donde se proyecta al exterior un escenario envidiable que oculta sin embargo tras las bambalinas, dosis casi ilimitadas de miseria. Y eso es supongo lo que está ocurriendo en un ámbito emblemático como el llamado Gobierno de España, nido se me antoja de torturadas pasiones y odios larvados, que necesita transmitir emocionantes dosis de amistad, sintonía y compadreo simplemente porque lo que se ventila en estas posiciones es algo tan importante como la continuidad, y amarrado a esa continuidad vienen en reata cuestiones tan irrenunciables como el status social, la cuota de poder, la seguridad, el reconocimiento, el mando y sobre y ante todo, un espléndido sueldo que, además, adquiere rango de práctica permanencia y notables ventajas fiscales y administrativas que permiten  ver el futuro con los ojos del consolidado. Es por eso por lo que todo ese mar de fondo que se advierte en los ojos y en las miradas de los personajes que asoman a las ventanas de los telediarios, se queda en casa y pobre del que no lo disimule. Y ahí están los que hace una semana se advertían incómodos y a los que se ha callado por lo civil o por lo criminal. Ante la imponente figura del presidente, nadie osa ya abrir el pico y, por tanto, ninguno de los barones regionales ha vuelto a alzar la voz, ni lo hace Margarita Robles, ni Calviño, ni nadie, que nos estamos jugando el garbanzo y con las cosas de comer no se juega. Solo Guerra sigue desgañitándose. “Con Bildu, no…”

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