Opinión

La filosofía del sufrimiento

Durante una entrevista que a mediados de los años 60 le hicieron al músico Muddy Waters en la BBC, el presentador le preguntó qué opinaba sobre la incorporación de los jóvenes ingleses blancos –Eric Clapton, los Stones, los Yardbirs, Jeff Beck, Jimmy Page y otros tantos- al género del blues. Waters respondió que le parecía muy bien y que eran muy buenos guitarristas. “¿Y cantar?” propuso el periodista. “Ah, no. Cantar es otra cosa” respondió a su vez  Muddy. “¿No cree que puedan cantar como usted?” insistió el presentador. “¿Cómo yo, dice? No eso no puede ser. Ninguno puede cantar como yo”. “¿Y eso?... Waters hizo una pausa profunda antes de cerrar el asunto. “Es que, vera usted. Yo he sufrido”
Seguramente esa es la distancia que ahora mismo nos separa también de ese éxodo masivo que procede de las costas del continente africano hacia Europa y que busca desesperadamente sus costas en pateras, en barcos que apenas flotan, en lo que sea... El puro sufrimiento. La vida si hay fortuna y sino no la hay, la muerte. Hace poco, contemplando un partido de fútbol por la televisión me enteré de que Nigeria tiene casi 195 millones de habitantes y yo ni siquiera lo sabía. No es tan difícil entender por qué se produce este fenómeno que nos priva del sueño y nos cubre de vergüenza.
Pero no nos engañemos ni queramos ser aún peores de lo que somos porque si bien Europa es el objetivo primordial de estas expediciones al todo o nada que están sembrando de cadáveres las costas del sur de nuestro continente, cierto es también que por decisión no explicable se ha determinado que sea el continente europeo el único que otorgue territorio y asilo a los miles y miles de desplazados que se echan a la mar buscando su futuro, y el resto de las naciones del mundo ha cerrado los ojos y los oídos al fenómeno y escucha su trágica letanía de muertos y desaparecidos como quien oye llover. Argentina por ejemplo, cinco veces el territorio español y cuatro millones de habitantes menos, no sabe lo que es esto ni le suena. Naciones Unidas pone en ello un acento relativo y la vida sigue. 
El dolor, la tragedia, la miseria, la desesperanza, el desconsuelo, es solidaria responsabilidad de todos, y todos debemos implicarnos en paliar este estado terrible. No unos más y otros menos.

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