Opinión

El viejo Oeste

Leo por ahí que Almodóvar está a punto de estrenar una película ambientada en el viejo Oeste y al saberlo siento como una culebrilla eléctrica que me recorre el espinazo desde el sacro al cogote. Admirador del género y entregado espectador de títulos legendarios en un apartado que merece el mayor respeto, no estoy yo convencido de  que el director manchego sea una apuesta medianamente segura a la hora de afrontar un western si bien es cierto que cosas más difíciles hemos visto. Ciertos directores norteamericanos han sucumbido ante la irresistible tentación de filmar historias españolas y en la mayor parte de las ocasiones han puesto en la pantalla auténticos bodrios inviables y ridículos desde “Orgullo y pasión” a “La condesa descalza”, en la que los españoles mascullan un lenguaje completamente ininteligible en su versión original en el que se mezclan siseos, expresiones mejicanas, ronquidos guturales y sonidos sin sentido mientras Ava Gardner baila algo parecido al flamenco. En una de las ediciones de “Misión imposible” se propone una procesión de Semana Santa  a la que dan escolta jóvenes disfrazadas de pretendidas falleras llevando entre tres, mezcladas entre oleadas de nazarenos, un recipiente de paella al tiempo que el cortejo convive alegremente con los toros de un encierro en San Fermín con sus mozos de pañuelo y boina roja que parecen tropas carlistas, corriendo alrededor de la Virgen del paso. Un ridículo.
Almodóvar está dispuesto por lo que leo a administrar un tratamiento muy personal a su película y, para ir abonando el campo, afirma que la homosexualidad estaba muy presente en él Oeste. Es muy probable que fuera así, porque la homosexualidad, como la curiosidad, el comercio, la música, la amistad, las tormentas o el arroz hervido, han estado presentes en todas las manifestaciones humanas desde los tiempos de Adán y Eva. Estaría presente en las naves de Colón, en los ejércitos de Alejandro Magno o en la Guerra de Secesión, lo que no es óbice para sospechar que no es, o al menos no la tengo yo por tal, uno de los argumentos dominantes en el género salvo aquella “Brock Black mountain” de Ang Lee que revolucionó sus reglas y que, vista hoy, no deja de ser verso suelto y un verdadero truño por añadidura según mi particular punto de vista.
Si el western de Almodóvar es como “Los amantes pasajeros”, prometo ver doce veces seguidas “Río Bravo” y “Solo ante el peligro” otras dieciséis.

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