Opinión

El que debe saberlo

CCon independencia de los resultados habidos en las urnas, y a la espera de que comiencen a aflorar efectos cumplidos  y cerrados tras las complejas negociaciones que han de establecerse una vez pasados y contabilizados los comicios, existen algunas consideraciones necesarias que los ciudadanos hemos de plantearnos en paralelo a la diplomacia obligada que han de afrontar los políticos. Dando por necesario que hay que combatir con razones justas la premisa de que somos los electores los que elegimos a nuestros alcaldes lo cual es en realidad falso porque una cosa es elegir concejales y otra elegir alcaldes, vale la pena reflexionar sobre la necesidad de ponerse serios cuando toca ejercer al menos el derecho a determinar quien o quienes van a representarnos en las corporaciones, porque van a ser estos ciudadanos los que, entre ellos, acabarán eligiendo quien los preside a todos ellos y nos gobierne a los demás. Hace unos días, una buena amiga y paisana se dolía que, votante socialista de toda la vida, no se hubiera avenido a depositar la papeleta en favor del candidato designado para aspirar a la alcaldía de la capital por su partido de siempre, por la sencilla razón de que no podía confiar en él. Su candidato era un estupendo entrenador de baloncesto y seguramente un ciudadano ejemplar,  pero con toda seguridad un  auténtico ignorante del complejo marco administrativo y político que rige los ayuntamientos porque en su vida había pisado un ayuntamiento salvo para pagar una tasa municipal o asistir a un acto protocolario. Es un argumento irreprochable por ser absolutamente cierto. No basta con ser buena gente para gobernar un ayuntamiento. Quienes han conocido los entresijos de cualquier administración saben de sobra lo complicado que es entenderla y hacerse con ella, la disparidad de instancias con las que hay que lidiar: los  departamentos, las gerencias, los cuerpos técnicos, los servicios y sus correspondiente infraestructura humana y técnica,  protocolos, normativas, informes preceptivos, servicios jurídicos, económicos, sociales, ordenanzas, organismos propios, organismos asociados, contabilidades, directivas, documentación, gabinetes… Ser alcalde de Madrid es mucho más que ser ministro. Ser alcalde de cualquier ciudad española sin necesidad de serlo de la capital, le anda muy cerca. Voluntad es una cosa. Y otra muy distinta, conocimiento.

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