Opinión

El plan control

Estamos inmersos en un ámbito muy delicado que no se puede complicar tomando decisiones nacidas de la precipitación, del interés o de la jactancia, y eso es lo que lleva haciendo desde hace algún tiempo el huésped de la Moncloa, emboscado en un estado excepcional que está prolongando no para combatir una pandemia cuyos métodos están comenzando a deshilacharse hasta el punto de que su trastienda traerá cola, sino para aplicar determinadas actuaciones capaces por sí mismas de poner en peligro el orden constitucional y el ordenamiento jurídico de un país en un momento excepcionalmente complicados.

En la soledad de su refugio y rodeado de un reducido círculo de colaboradores dispuestos a sucumbir por la causa, Sánchez desarrolla un plan único que consiste en ejercer el control absoluto sobre todas las instancias del ordenamiento democrático. De este modo, se ha asegurado el dominio sobre el ente público Radio Televisión Española, el del Centro de Investigaciones Sociológicas, el del Centro Nacional de Inteligencia, el de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, la abogacía del Estado, todas las empresas de titularidad pública, el Congreso, el Senado, una importante porción de los medios de comunicación de propiedad privada… Ahora le ha tocado a la Guardia Civil para lo que no ha tenido el mínimo inconveniente en sacrificar la figura de su ministro del Interior al que ha dejado para los leones, y seguirá ese camino hasta que ya no quede nada de nada.

Ayer, el presidente Sánchez hizo públicos dos nombramientos a dedo. El primero, el del nuevo coronel jefe de los efectivos de la Guardia Civil en la Comunidad de Madrid, responsabilidad que rechazaron hasta tres oficiales de alto rango, y que aceptó el teniente coronel David Blanes, que era jefe de la Unidad Fiscal  Aduanera de Barajas la noche en la que la vicepresidenta del Gobierno de Venezuela aterrizó en Madrid y se entrevisto con Ábalos pasando de matute un equipaje pródigo en fardos que no fueron fiscalizados, y  también, la del director de un departamento de  nueva creación llamado Dirección general de Agenda Urbana y Arquitectura, para el que ha elegido a una persona muy cercana. El arquitecto José Ignacio Carnicero, al que conoció en los pupitres de su colegio y con el que ha mantenido una relación de amistad profunda desde entonces hasta ahora.

Ambos le estarán sumamente agradecidos, naturalmente. El resto, no lo estamos, claro.

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