Opinión

El paraíso incompleto

El sociómetro correspondiente al mes de febrero que edita el Gobierno de Euskadi  apunta que solo el 23% de los vascos desean la independencia aunque matiza que hay otro 23 que se apuntaría en determinadas circunstancias. La lectura más ponderada de estos datos propone que la creencia nacionalista desciende mes a mes, y que lleva ya un periodo de años sin remontar a pesar de que ese mismo Gobierno tentado por Bildu ha tratado de recuperar en estos últimos tiempos un sentimiento que no parece, sin embargo, gozar de su mejor momento.
Sospecho que es natural y sospecho además esperanzado, que la bonanza que parece reinar en un territorio en el que antaño se convivía con el dolor y la muerte, se ha convertido en un factor extremadamente tenido en cuenta por una población que sufrió lo indecible y que ahora, pasados los terribles años del plomo, no quiere volver a sufrir de la misma manera. La lucha por el independentismo no trajo al País Vasco más que lágrimas y mucha más sangre de la que una sociedad puede aguantar y eso no se olvida. Hace años que el sentimiento nacionalista decrece, que la gente tiene otras prioridades, y que el día a día en se hermoso rincón de nuestra geografía es completamente distinto al de antaño. La gente vive, deja vivir, es vital y optimista, y aunque no ha perdido un ápice de su identidad y su cultura, desarrolla este situación con prudencia, respeto y el sentido común que falto en tiempos, cuando la sociedad vasca vivía tiritando de miedo, las familias estaban divididas, se comía y se cenaba en riguroso silencio, y todo el mundo miraba debajo de la cama o bajo los fondos de su automóvil por lo que pudiera haber allí.
Esta sensación idílica tiene sin embargo algunos delicados extremos. No se puede disfrutar de un completo paraíso en el que se planea ir a comer a la luz del día a los mejores restaurantes del continente, o a practicar el golf y la vela, sin afrontar un proceso cuyo último acto de reconciliación no está convenientemente cerrado. Por eso, Euskadi está viviendo un escenario espléndido que padece, sin embargo, el efecto de un condenado artificio y mientras esta deuda no se clausure como es debido, el descanso será incompleto. Solo a ellos corresponde purgar las culpas que queden por purgar. Lo único cierto es que mientras no se purguen, la paz no será ni entera ni cierta.

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