Opinión

El misterio de la portavoz

Por mucho que me asomo a las ruedas de presa gubernamentales, la incógnita por excelencia de estas puestas en escena de escenificación tan cuidadosa, nunca me ha sido despejada. Trato de fijarme mucho y de aquilatar hasta el detalle a ver si en lo superfluo encuentro el eslabón que me otorgue esclarecimiento. Pero pasan los días, pasan las ruedas de prensa, pasan las horas de encierro y yo sigo sin comprender cómo María Jesús Montero sigue siendo portavoz de un Gobierno en el que se adivinan algunas –pocas es cierto- personalidades destacables. María Jesús Montero es, según rezan sus biografías oficiales, licenciada en Medicina aunque, según se trasluce de la letra pequeña en esa documentación, ha debido tratar pocos pacientes. Da la impresión de que abandonó pronto el ejercicio de la Medicina activa y se especializó en gestión hospitalaria, actuando como gerente de un gran complejo sanitario en su Sevilla natal mientras consolidaba su posición en el ámbito político. Pronto escaló posiciones en el PSOE andaluz –un escenario que no es precisamente tenido por ejemplar- y acabó  formando parte del Gobierno de esta comunidad –un escenario todavía menos ejemplar si cabe- en el que comenzó desempeñando carteras de ámbito asistencial como Salud y Bienestar Social, además de lograr escaño parlamentario. La clave de este singular proceso que ha convertido a esta andaluza de 55 años en pilar fundamental del Gobierno de coalición, se produce en 2013 cuando Montero salta desde su zona de actividad y sus supuestos conocimientos sobre gestión sanitaria, al departamento clave de contenido económico y financiero, un cambio radical y no fácil de asimilar. Le dieron la cartera de Hacienda en este mar profundo y de aguas turbias que es el Gobierno andaluz con sus catacumbas y sus cosas. Sin embargo, y más que su ascenso imparable a la Hacienda nacional y una vicepresidencia –tampoco es fácil tragarlo- la quintaesencia de lo inexplicable es su designación como portavoz del Gobierno, una función que necesita no solo de especiales habilidades de síntesis y pensamiento, sino dominio de la comunicación y corrección en el lenguaje, ambas virtudes absolutamente primordiales para la tarea. Montero es sencillamente terrible en la expresión, indescifrable en su parlamento y caótica en la transmisión del mensaje. Por eso, cada vez que me siento ante el televisor, me quedo patidifuso escuchándola. Nadie me explica por qué está ahí. Supongo que es precisamente un caso inexplicable.

Te puede interesar