Opinión

El grito en el cielo

La diputada popular Consuelo Álvarez de Toledo ha hecho de su lengua afilada un arma de combate dialéctico, abrazando una estrategia de imprudencia calculada capaz de producir permanentes ámbitos de polémica. En estos días, y en el curso de una entrevista concedida a un periódico, acaba de explicar que si bien desde el punto de vista humano los años en los que ETA mataba eran terribles, desde el punto de vista estrictamente político, los de ahora son mucho peores porque entonces los partidos constitucionalistas y especialmente el PP y el PSOE estaban en el mismo barco, remaban en la misma dirección y en los temas fundamentales se entendían, cosa que ahora mismo no se produce.
Naturalmente, y siguiendo su sempiterno sistema, el PNV ha puesto el grito en el cielo. Se ha mostrado escandalizado por las palabras de la diputada conservadora pero, sin embargo, ha vuelto a esconder la cabeza en la arena cuando una asociación en defensa de los presos etarras ha dispuesto de las instalaciones de la Universidad del País Vasco para ofrecer un ciclo de conferencias en las que intervinieron dos miembros de la banda criminal. La Universidad del País Vasco es una universidad pública, el PNV gobierna en Euskadi y, por tanto, estaba completamente legitimado para tomar medidas e impedir esta vergüenza por la que ha transigido el rectorado del centro.
Pero el PNV se ha comportado así porque siempre se comporta así. También en los años del plomo, en los que adoptó la postura del camaleón mimetizándose con el ambiente y optando por el silencio cómplice cuando ETA mataba y mataba. ETA asesinó sin que el PNV gobernante alzara la voz en defensa de las víctimas, casi novecientas personas de toda suerte y condición, especialmente policías, guardias civiles, militares y políticos –todos ellos del PP o del PSOE- si bien y según recuerdo aunque mi memoria no es muy buena, ningún miembro del PNV. Tampoco asesinó a ningún miembro del clero. La impronta carlista decimonónica nunca se ha borrado del ámbito político vasco y esta reflexión prueba la vigencia del vetusto lema apostólico nunca ausente: Dios y los fueros viejos.
Álvarez de Toledo es, en efecto, un prodigio de irreflexión, pero el PNV es un permanente ejemplo de cinismo y ambivalencia. 

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