Opinión

El Gobierno largo

Este Gobierno nacido tras dos intentos vanos de alcanzar una mayoría, es posible que haya nacido inmerecidamente tocado de los alerones de popa, pero esas cosas no pueden prevenirse y le ha tocado en suerte la gestión de una terrible pandemia que está haciendo estragos la población mundial y está pulverizado su economía. Son situaciones que no solo no se desean sino que no se pueden programar. Somos una sociedad que ha vivido mucho tiempo de bonanza, y la feliz estabilidad en la que nos hemos desenvuelto tantos años no podía durar lo que ha durado, saltándose todas las interpretaciones históricas que consideran anómalos periodos tan dilatados de paz social y equilibrio. Por tanto, la desgracia estaba al caer y ha caído a plomo.

Un argumento generalizado para la reflexión es tratar de imaginar qué hubiera pasado si el Gobierno hubiera sido otro, un ejercicio que probablemente nos estamos haciendo todos en un ámbito de natural controversia ante las decisiones y comportamientos de los que les ha tocado esta suerte tan indeseable de gobernar con el coronavirus como telón de fondo. Veintitrés ministros son sin duda demasiados ministros, muchos de los cuáles obtuvieron sus cargos para satisfacer unas ambiciones políticas procedentes del protocolo establecido por pactos destinados a concluir una mayoría estable. La situación planteada por el Covid 19 está empezando a demostrar que sobra la mayor parte del equipo y que algunos no solo no hacen falta sino que han tomado el olivo –han huido aplicando la terminología taurina ahora que estamos en un San Isidro sin lidia ni plaza- y no hemos vuelto a saber nada de ellos como le pasa a Pedro Duque que parece haberse montado en el cohete, o a aquel señor de cuyo nombre ni siquiera me acuerdo, al que nombraron ministro de Universidades y que se ha debido confinar en los Estados Unidos donde, según me dijeron, residía habitualmente.

Luego están los que se quedan y más vale que se hubieran ausentado como la señora Celaá –cuya decisión final ha sido que cada cual haga lo que le dé la gana- o el señor Ábalos, que quemó sus conocimientos con la viceministra venezolana, o la ministra Díaz, de memorables comparecencias públicas, o quizá la vicepresidenta Montero que es la primera portavoz de un gobierno a la que nadie entiende una palabra. Hay tantos ministros inútiles que se me han olvidado hasta los nombres. Y más vale.

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