Opinión

El fútbol visto de lejos

La decisión adoptada por la Federación Española de Fútbol por la que firma un compromiso de tres años de colaboración con Arabia Saudí que permitirá disputar la Supercopa de España de fútbol en este mencionado país, no solo es un acto vergonzoso por lo que significa en su vertiente estrictamente deportiva, que implica hurtar a los aficionados españoles de contemplar en directo una competición exclusivamente doméstica que se nutre de equipos de nuestra nacionalidad, sino y sobre todo, por la aplicación de un burdo maquillaje social en el que se ha envuelto el acuerdo para otorgar un grado de pretendida dignidad a un pacto establecido con un país de indefendible concepto antidemocrático y costumbres que estremecen, tras el que no se esconde otra cosa que una auténtica y probablemente culposa cascada de petrodólares. La RFEF ha exaltado en una teatral rueda de prensa las excelencias de esta resolución, a la que se ha dotado de un toque de exotismo con la presencia satisfecha del viceprimer ministro saudí, el jeque Abdullaziz bin Turki Al-Faisal, Y para disimular el bochorno, ha echado mano de un argumento que en este teatro de los lenguajes correctos en el que ahora nos movemos, suele tener un inmediato y fulgurante aprovechamiento. Echar mano de la mujer, que en Arabia Saudí y en otros países de la órbita arábiga viene a ocupar un lugar en la escala social equivalente en el mejor de los casos al de los animales de compañía sino es el de las acémilas de carga. A Luis Rubiales se le llenó la boca de orgullo al  explicar que  la Federación había impuesto para llegar al acuerdo unas cuantas cláusulas previas: que las mujeres pudieran tener acceso a los estadios en igualdad con los hombres, que lo hicieran con la ropa que mejor prefirieran, y que pudieran sentarse donde quisieran. Como añadido, adelanto que el organismo tutelará el inicio y desarrollo de una competición de fútbol exclusivamente organizada para mujeres.
Sospecho que este protocolo tan elegante no es más que agua en una cesta. Por tanto, sospecho también que la oligarquía saudí va a hacer en realidad lo que le dé la gana porque para eso su poderío es ilimitado gracias al precio del barril de crudo del Golfo Pérsico. Lo que pasa es que cada vez le hace a uno menos gracia que le tomen por idiota. Y eso está ocurriendo con excesiva frecuencia

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