Opinión

El final de la escapada

Las encuestas que se manejan a día de hoy, o al menos las que maneja con su habitual soltura el presidente del CIS, José Félix Tezanos, adjudican al PSOE un triunfo en los comicios venideros alcanzando un techo que fluctúa según cada una de las fuentes manejadas, pero que es ligeramente superior al que a día de hoy otorga a los socialistas un total de 86 diputados -la cifra de representación más baja obtenida por el partido a lo largo de su reciente historia-  lo que le convertiría en ganador de estas elecciones pero le otorgaría una situación de vulnerabilidad muy parecida a la que a Sánchez le ha costado este fracaso. Sánchez se expresó con su moción de censura apelando a una prerrogativa absolutamente democrática y escrupulosamente ajustada a derecho, pero mintió en la exposición de sus objetivos al utilizarla. Y en esas mentiras estaba también incluida su penitencia.
Pedro Sánchez inició su aventura equinoccial manejando un abanico de conceptos que predicaban unas intenciones que podían ser aceptadas y aún aplaudidas por gran parte de una sociedad española harta de mamoneo y corrupciones. El presidente argumentó la necesidad de dignificar la política nacional descabezando a los corruptos y descontaminando las estancias. Presentando su acción política como una maniobra imprescindible para sanear el país, prometió cumplir ese loable cometido y convocar inmediatamente elecciones. Y no lo cumplió.
Al presidente nunca le han arredrado determinados inconvenientes como por ejemplo,  contar únicamente con 86 diputados, pero  esa situación era absolutamente primordial para analizar el discurrir de esta fracasada y brevísima legislatura. La distribución de ambas cámaras no variaría tras el triunfo de esa moción de censura y por tanto, cuando Sánchez decidió desligarse de su promesa y mantenerse en su cargo, lo hizo llenando su trayectoria de trucos, subterfugios, gambeteos y trampas. Y apeló, como norma para tratar de imponerse en el ámbito parlamentario, a la gobernación por vía del decretazo.
No hay pues otro camino que un adelanto electoral que debería haberse producido en su momento, cuando Sánchez pudo hacerlo. Sánchez aún no lo ha concedido, por otra parte.

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